Cuídate (sin culpa) para cuidar (con ganas): cómo mantener el equilibrio entre dar y recibir

Qué importante es mantener un sano equilibro entre dar y recibir en nuestras relaciones. Y es que, aunque una de las premisas para dar es hacerlo esperando no recibir nada a cambio, seamos realistas, a todos nos gusta sentirnos cuidados.

Un sencillo gesto como que te cambien sin ticket algo que compraste por error en una tienda, puede hacerte empezar un día normal con una sonrisa. Esto, que me pasó el otro día, me hizo pensar en las veces que trato de facilitar trámites en el trabajo, en lo que puede suponer para unos padres una simple gestión. Y en lo bien que sienta recibir gestos parecidos de vuelta.

Hoy hablamos de cuidar, de cuidarnos y sentirnos cuidados.

Cuidado (RAE):

Del lat. cogitātus ‘pensamiento’.

1. m. Solicitud y atención para hacer bien algo.

Cuidar es el simple gesto de poner atención para hacer las cosas

Empezamos a ser conscientes de la importancia de mirarnos, de decir NO cuando queremos decir NO, de DARNOS. Porque al final los demás nos tratan, ni más, ni menos, de la forma en que nos tratamos a nosotros mismos pero, la realidad que veo a diario en mi trabajo, como orientadora, es que la parentalidad (sobre todo, la maternidad, porque siguen siendo ellas las que vienen al 95% de las entrevistas que hago) y nuestro ritmo diario nos dejan poco margen para ese autocuidado. Así que esa atención, cuando viene de fuera, se agradece. Y es que todo el mundo tiene el superpoder de cambiar el día de alguien.

Todos lo tenemos, aunque no todos lo practicamos

Como adultos, la fuente principal de atención y cuidado ha de venir de dentro, sólo de esta manera seremos capaces de recibir lo que nos viene de fuera.

Pero, independientemente de este hecho, desde que somos niños, necesitamos el reconocimiento y el calor del otro para crecer. Todos necesitamos caricias que decía el Dr. Steiner, padre de la psicología transaccional. Para este autor las caricias van más allá del contacto físico, pueden venir en forma de palabras, miradas, gestos… y su ausencia provoca retrasos en el desarrollo e, incluso, la muerte en etapas tempranas de la infancia (puedes leer más sobre esto aquí: https://saludmentalperinatal.es/no-pudieron-vivir-sin-las-caricias/ ). De ahí que, en caso de no obtener estas caricias positivas en forma de un abrazo, el reconocimiento por algo o una palabra amable, nos conformemos con “caricias negativas”. Esto es muy común en la infancia, cuando todavía no somos capaces de auto-proveernos de ese sostén emocional. Por eso a veces los niños, cuando sienten que sus padres no les miran lo suficiente, acaban pintando muebles, metiendo al gato en la lavadora o cualquier otra conducta desajustada que llame la atención del adulto. Buscan esa caricia, aunque sea en forma de grito. Para nuestra psique, cualquier cosa es mejor que la indiferencia.

De ahí la necesidad de rodearnos de personas que no solo nos vean, sino que también NOS MIREN. Alejarnos de aquellos que se acuerdan de ti cuando están mal pero no cuando tienen un plan mejor.

➻ De ese compañero de trabajo que demanda y critica pero luego no aporta lo mismo que exige.

➻ De esa amiga que no celebra tus éxitos y se oscurece cuando tú brillas.

➻ De ese familiar que saca la “lista-de-todo-lo-que-ha-hecho-por-ti” cuando te pide algo y no puedes (o no quieres) dárselo.

➻ De esos que nunca te preguntan cómo estás.

➻ De esa pareja que se incomoda ante tu alegría y te apaga para no ver las partes oscuras de sí mismo.

«Mereces un amor que te traiga la ilusión, el café y la poesía». Estefanía Mitre.

Rodéate de personas que suman. Y déjate cuidar. Porque tan importante es saber dar (de forma consciente y desinteresada) como saber recibir.

Así que algunas de las preguntas que suelo hacerle a las mamis que vienen a verme con la mochila muy cargada es ¿te cuidas?, ¿pides lo que necesitas? Y muchas veces su respuesta es que les cuesta delegar, que se ponen nerviosas porque, cuando lo hacen, sus parejas no hacen las cosas igual que ellas o directamente no las hacen, así que, ¿para qué van a pedirlo? Entonces les cuento que cuando el que se encarga de cuidar a una persona dependiente se ve consumida por el estrés y la falta de apoyo, acaba desgastándose física y emocionalmente si no pide ayuda. Se llama síndrome del cuidador y no ocurre de la noche a la mañana, es un deterioro progresivo que pasa por una serie de FASES:

  • Fase 1. Se asume el rol de liderazgo en el cuidado del dependiente. La lactancia durante los primeros meses favorece que adoptemos ese papel de cuidadoras principales en la crianza que luego es complicado revertir.
  • Fase 2. Se produce un desequilibrio entre la demanda del cuidado y los recursos de que se disponen. Cólico del lactante, falta de sueño, reincorporación al trabajo, tareas en casa que se multiplican y cada vez menos tiempo y energías para hacer frente a la situación.
  • Fase 3. Comienza la reacción a esta sobredemanda en forma de síntomas como ansiedad, cansancio, cambios de humor, dolor de cabeza, tristeza, malestar digestivo, pocas ganas de socializar, insomnio, desmotivación…

La buena noticia es que hay una 4ª fase que pone fin a esta rueda de hamster y se da cuando…

  • 4. Asumes la responsabilidad del cuidado de ti mismo. Empiezas a darte. Y esto, que parece tan simple, a veces cuesta muchísimo y es muy común que surjan en esta fase sentimientos de culpa.

Así que, para evitarla y si no sabes cómo hacerlo, puedes empezar por estos pequeños pasos:

✮ Aprende a pedir. Transforma la queja, la descalificación y el reproche en conectar con tus necesidades y transmitirlas de forma asertiva. La clave para hacerlo bien es no esperar a estar tan saturada que te salga pedirlas desde el enfado. Cambiar el “Yo siempre/tú nunca… ” por un “Necesito más tiempo/calma/loqueseaquenecesites, así qué te parece si nos turnamos para …”.

✮ Identifica lo que necesitas: A veces el problema es que ni siquiera lo sabemos, por tanto, no podemos pedirlo. Date un espacio y un tiempo para anotar aquellas cosas que son importantes para ti, que no tienes y de las que te gustaría disponer: una tarde para ti a la semana (sin reloj ni llamadas para ver cuánto te queda para llegar), un par de huecos para ir a la piscina o simplemente poder dormir un rato más.

✮ Pon límites. Te ha surgido un plan o un compromiso y no te viene bien o no te apetece, pero vas. Empecemos a decir NO. Saberte en el centro de tu propia vida no es egoísmo es amor propio. Cuando te mueves para complacer a todo el mundo menos a ti, eres aceptado por los demás, no das problemas, pero pagas un precio muy alto, te pierdes a ti misma.

✮ Mueve tu cuerpo y aquieta tu mente. Son dos de los pilares de mi bienestar. Caminar un rato cada día, ir a correr, lo que sea, al menos, una vez por semana (si son dos, mejor) y dedicar unos momentos al día para la limpiar la mente. Sí, yo también pasé por la fase del “no tengo tiempo”, hasta que me di cuenta que sacar un rato cada día, cinco o diez minutos bastaban para sentirme mejor y me propuse priorizarlo.

Si al principio te cuesta empezar sin más puedes ayudarte de relajaciones guiadas como esta

✮ Cultiva el placer de disfrutar de las pequeñas cosas. Es un arte, un modo de vida. Y esto, que parece aparentemente tan sencillo, hay mucha gente que no sabe hacerlo, que han olvidado conectar con el placer de disfrutar de lo cotidiano. Y la felicidad no es ese viajazo que harás en verano, ni esa casa que tendrás en diez años, es el AHORA, el poder darte el gusto diario de saborear ese café (aunque sea en el coche, reconozco que es mi momento mientras escucho mi canción o mi programa de radio), es darte un baño o una ducha estando ahí dentro, es ver el color del cielo cuando atardece, es sentarse a mirarles cuando juegan sin pelearse (pasa poco pero pasa). Es cualquiera de las cosas de esa lista que puedes hacer hoy mismo, te dejo algunas ideas aquí…

✮ Teje una red de apoyo a tu alrededor: familiares, amigos, personas que estén pasando por algo similar, acudir a terapia. Evita el aislamiento. En este otro artículo puedes encontrar distintas opciones para abrir tu círculo social en caso de necesitarlo.

Cuidarte también es rodearte de personas que te aportan paz. Y equilibran la balanza entre el dar y el recibir.

Porque que hay gestos que acarician el alma, sonrisas que curan y personas que cuidan. Y a esas, hay que cuidarlas.

A todos aquellos que, como hace sonar Sting en esta preciosa canción, nos miran en cada paso que damos, en cada sonrisa fingida, en cada palabra pronunciada, de cada día cualquiera…
Gracias.

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