Todas las relaciones que mantenemos en nuestra vida influyen en nuestra forma de educar y criar. Sobre todo, la más importante, la que mantenemos con nosotros, nosotras mismas. El resto, son solo un reflejo de esta.
Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene, no lo digo yo, lo dice el personaje de Ewan Mac Gregor en Big Fish. A pesar de que es una frase preciosa de una de mis pelis favoritas creo que no es del todo cierta. A veces, el mundo se para, otras solo se ralentiza, pero también se puede acelerar… En ocasiones, sucede que esa persona hasta te cae mal. Porque aquellos que van a ser importantes para nosotros nos suelen hacer de espejo de nuestras propias heridas.
Creo que por eso las relaciones de pareja están un poco en declive. De alguna manera, nos tenemos un poco descuidados con tanto estímulo externo. Nos falta conexión íntima. Nos da un poco de miedo sentir, por eso no paramos de hacer. Por eso, cuando mis amigos me pidieron que dijera unas palabras en su boda, me sentí muy agradecida pero también abrumada. Me preguntaba qué podría aportar yo, que estoy separada, a un discurso sobre el amor del bueno. Y, llegué a la conclusión de que, precisamente por eso, podría escribir un manual de amor que se resumiría en una sola frase: quédate con esa persona con quién puedas ser tú. Y que eso te encante.
Y, mientras escribía, empecé a pensar en todo esto, en el amor, en la amistad y en esos vínculos donde puedes sencillamente ser, dejarte caer y sentirte sostenida. En esas personas con las que te sientes cómoda, incluso en lo vulnerable. En esa familia, elegida o no. Entonces llegaron a mí las palabras de George E. Vaillant, investigador principal de un estudio de la Universidad de Harvard: «La felicidad es amor. Punto y final».
Este autor, después de investigar a 268 hombres durante 75 años, probó que las personas más solitarias tenían 10 veces más probabilidades que los que se sentían sostenidos en sus relaciones de padecer una enfermedad crónica antes de llegar a los 50, cinco veces más probabilidades de sufrir un desorden mental y tres veces más de consumir alcohol y tranquilizantes. Y esto era así porque los pensamientos de miedo e indefensión estaban más presentes en su día a día. Para este autor «cuando somos viejos nuestras vidas se convierten en la suma de todos a quienes hemos amado».
Parece un panorama desolador para los solter@s pero podemos vivir rodeados de amor y no necesariamente tiene que ser de nuestro compañero de vida. Aunque es el vínculo de pareja el que más reflecta nuestra luz y nuestra sombra.
Con pareja o sin ella, la conclusión parece obvia, si quieres ser feliz, cuida tus relaciones. Y, la mejor forma de hacerlo, es vivirlas de forma consciente. Esto significa aprovechar los conflictos que surgen como oportunidades para mirarnos por dentro y no para salir corriendo. Y hacerlo en paz si descubrimos que vamos en direcciones opuestas sin posibilidades de encuentro.
Decidamos tenerlos cerca o lejos, podemos enriquecernos de las relaciones con los demás siendo más conscientes de nuestras heridas. Podemos crecer.
Algunas claves para hacerlo son:
❣ SÉ TÚ Y ACEPTA AL OTRO TAL COMO ES
¿Te ha pasado alguna vez eso de estar con alguien a quién le encanta algo de ti que siempre rechazaste? ¿Has notado cómo, en ese vínculo de aceptación e intimidad, comienzas a dejar salir de una forma cada vez más natural todas esas partes que guardabas a la sombra hasta que, al final, te reconcilias con ellas y se vuelven parte de tu brillo?
Esa la magia del amor. Y ocurre porque, con aquellas personas con las que nos relacionamos de una manera más estrecha, es más fácil que emerjan todas nuestras facetas, las que tratamos de ocultar al mundo, también. Esas que nos hacen imperfect@s y únic@s. Esas que, cuando nos quieren bien, emergen a la consciencia y se aceptan. Y se integran.
Mi amiga Marta dice que me caigo con encanto. Da igual lo aparatoso y ridículo de mi caída que, para ella, siempre tiene gracilidad.
Esa misma amiga piensa que hay dos tipos de personas, a las que después de llorar se les hincha la nariz y las que están más guapas que antes, con los ojos más brillantes. Como si algo se les hubiera desatascado por dentro. Y que yo estoy en ese segundo grupo. Con esta amiga me siento la persona más graciosa del mundo. Y no me considero especialmente graciosa. Pero con ella sí. Me mira con ojos dulces. Y eso saca lo mejor de mí.
Aunque a veces llore. Y me caiga.
Hay una escena en Friends en la que una de las protagonistas, Rachel, tiene un ataque de celos fruto de la sobredosis de hormonas de su embarazo. Y Ross, el padre, solo sostiene todo ese chute de emocionalidad con un cariño que hace que, de repente, ella sea consciente de su pataleta y se calme.
Así que eso que se oye por ahí, una cosa de tantas cosas que se oyen desde que todos sabemos tanto, eso de que solo cuando hemos sanado nuestras heridas podemos tener una relación sana y equilibrada hay que matizarlo. Hay muy pocos Budas en el mundo y muchas parejas que funcionan. Lo importante no es ser un iluminado todo el tiempo, es darse cuenta de por qué uno hace lo que hace. Y comunicarlo. Cambiar lo cambiable. Aceptar lo que no.
Y, ojo, porque eso no es lo mismo que quedarse en un lugar donde no se te valora. La diferencia entre estar en un lugar sano (de aceptación serena) a estar en otro muy distinto (de aguante tóxico) está en la siguiente clave: el equilibrio entre el dar y el recibir. Eso que, normalmente, nos dicen las tripas.
❣ EQUILIBRIO ENTRE EL DAR Y EL RECIBIR
¿Cuándo me siento bien en una relación? Cuando me siento libre y, al mismo tiempo, sostenida. Paradójicamente, cuanto más compromiso tenemos con alguien (y mayor confianza), mayor libertad experimentamos en la relación. Cuando hay miedo a comprometerse, normalmente, se tiende al alejamiento y a la desconfianza.
Para entender esta clave es preciso hablar de la entrega o eso que sucede cuando soy capaz de vivir el momento y abrir mi corazón. El amor está en crisis porque nos cuesta abrir la compuerta. Nos cuesta dar porque nos cuesta recibir.
Así que nos cerramos. Por miedo a que nos lastimen. A que nos rechacen. A que nos abandonen. Pero nadie puede hacernos eso si no nos lo hacemos nosotros primero. Nos abandonamos cuando no atendemos a nuestro propio equilibrio. Cuando no nos escuchamos. Cuando negamos lo que sentimos.
Si quiero lograr el equilibrio con otra persona, tengo que lograr el equilibrio en mí. Después de todo, una pareja es una danza en la que tengo que aprender a soltar unas veces y acercarme otras, en función del paso y del momento de la canción en el que me encuentre. Y no puedo hacerlo si previamente no he aprendido los pasos, si no soy capaz de fluir con la música, si no me siento bien en mi cuerpo.
¿Descuido el equilibrio conmigo? ¿Me exijo más de lo que me regalo? ¿Cultivo mucho mi cuerpo pero poco mi mente o al revés? ¿Me dejo llevar en exceso por mi emocionalidad silenciando mi parte más racional o viceversa? Si la respuesta a estas preguntas es sí, ¿cómo voy a lograr ese equilibrio con alguien?
Cultivar el equilibrio en mí es una forma de cuidarme, de amarme. Y una sana autoestima es la llave que abre la puerta de salida de esos lugares donde no deberíamos permanecer.
Nos quedamos en esos lugares, aceptando menos de lo que merecemos, esperando que algo cambie por falta de amor a nosotros, nosotras mismas.
Las relaciones pasan por etapas, en sus inicios o en ciertos momentos críticos, en los que hemos de ser pacientes y dar espacio a nuestr@ compañer@.
Pero ese espacio tiene que ser compatible con la libertad para poder compartir con el otro cualquier tipo de ruido interior si siento que necesito algo que no se está dando.
Ante eso, ¿se mueve?, ¿saca el tiempo?, ¿y las ganas? ¿Te deja claro que está (aunque no sea físicamente)?
Si la respuesta es no, es que no está disponible emocionalmente. Esa indisponibilidad puede deberse a heridas abiertas del pasado, patrones o historias que aún no se han cerrado del todo. Y ante eso, te tienes que ir.
A veces confundimos equilibrio con algo parecido a un trueque y no es lo mismo. «Como yo he hecho la colada me debes recoger a los peques del cole». Eso es confundir la reciprocidad con dar desde la carencia, esperando que nos devuelvan lo que hemos dado de la manera que nosotros queremos, sin tener en cuenta el lenguaje que maneja nuestra pareja en su forma de expresar el amor. Lo que da paso a la siguiente clave: el arte de comunicar. Esto es, hacer llegar al otro lo que quiero que le llegue. Sin distorsión.
❣ COMUNICA, COMUNICA Y COMUNICA
Fue Gary Chapman, consejero matrimonial que observó a cientos de parejas que atravesaban dificultades, el autor de «Los 5 lenguajes del amor», un libro donde expone que, en ocasiones, no nos sentimos amados por nuestra pareja porque no sabe expresarlo en la forma en que nosotros lo entendemos. Y es que las personas demuestran que nos quieren de maneras distintas, es decir, hablan diferentes lenguajes del amor.
Cada uno de nosotros tiende a demostrar el amor de dos o tres maneras con más frecuencia y es importante reconocerlas todas para no sentirnos frustrados si mi compañero no lo expresa de la misma manera que yo. Estos cinco lenguajes son:
- Palabras de afirmación: si lo quiero y se lo transmito con palabras, con mensajes, con notas. Si le digo que me encanta y lo bien que le queda la camisa y esas cosas.
- Tiempo de calidad: si soy de hacer planes, sacar horas de la agenda para hablar y conectar.
- Regalos: si lo mío es tener detalles, apuntar lo que dijo que le hacía falta y sorprenderle al día siguiente con eso mismo.
- Actos de servicio: si no me cuesta hacer algo por la persona que quiero, un recado, un arreglo, un favor.
- Contacto físico: si soy de abrazar, besar y reducir la distancia física al mínimo.
Lo ideal es que las parejas coincidan en la forma de dar y recibir amor pero, de no ser así, valorar que mi pareja parca en palabras me espere con la cena rica y que esa es su forma de decir te quiero me hará menos susceptible a la frustración.
Comunicar lo que siento y lo que necesito es un básico en cualquier tipo de relación. En casa tenemos una máxima y es que se puede decir todo con cariño y respeto. Si, además, es con sentido del humor, mejor. En nuestro libro, El arte de no hacer, hablamos de Rosenberg y su sistema para la Comunicación No Violenta que desglosó en cuatro pasos:
- Observación: identificar lo que está pasando para poder expresarlo sin juicio. No es una crítica hacia la otra persona, para que funcione, hemos de ser todo lo neutrales que podamos. (Me he dado cuenta de que ya no pasamos tiempo de calidad juntos…)
- Comunicar sentimientos: transmitir al otro cómo nos sentimos con respecto a lo que está sucediendo. (Eso me hace sentir triste).
- Comunicar necesidades: explicar nuestras necesidades con relación a lo que hemos experimentado. (Necesito que volvamos a conectar).
- Realizar una petición: se trata de terminar pidiendo algo específico. (¿Agendamos una cita a solas cada semana?)
❣ AMA TUS PARTES ROTAS. Y CUÍDALAS.
Hace 20 años un tipo me embistió con el coche y, desde entonces, mi cuello protesta cuando cambia el tiempo. Cuando me callo cosas o no me doy el espacio para gestionarlas. Cuando duermo poco o en una mala postura. Cuando me tenso, cuando me estreso o cuando me paso con el ordenador.
Con el tiempo he aprendido a escuchar esa parte de mí que actúa como un sensor. He aprendido a amarla. Y cuidarla.
Amar nuestros remiendos implica alejarnos de aquellos que los utilizan para hacernos daño o, incluso, como pretexto para no estar con nosotr@s. Todo esto me vino a la cabeza cabeza abajo, en el taburete para hacer posturas invertidas sin fastidiarme el cuello que me regalaron mis amigos hace algunos años.
Así, del revés, llegué a la conclusión de que las personas que nos quieren, y que nos quieren bien, aman todas nuestras partes. Las rotas también. Y nos ayudan a cuidarlas.
❣ RESPONSABILIDAD EMOCIONAL. ENCUENTRA Y CUIDA TU PROPIO ESPACIO EN PARADA Y ESCUCHA
Cuando vamos deprisa, nos perdemos la belleza del detalle. Esa que se hace más evidente en la quietud, como el brillo en los ojos de tu compañera contándote la ilusión que le hace empezar de nuevo. El contraste de la canela en la espuma del café. La forma de caminar de tu peque, que te recuerda un poco a la de tu padre. La luz colándose entre las ramas.
Como padres y madres no siempre podemos gozar de la calma. En mi caso, como madre separada, es un reto. Porque de la noche a la mañana te quedas sin tribu y las manos que antes supervisaban el baño de los peques mientras tú acababas la cena no están. Ahora estás solo tú. Para atender al cartero, terminar la cena, sacarlos de la bañera antes de que inunden en baño, pasar la fregona si no lo has conseguido, gestionar la ropa… Solo tú y tus brazos para sostener el peso de toda la casa. De toda esa emocionalidad contenida que conlleva cambiar de casa cada X días.
Cuidar tu energía en estos casos es un básico porque, aunque sabemos que tienen que vernos reales y dolientes somos su referente y su pilar. Y un pilar es, por definición, algo que sujeta y aguanta. Si se quiebra, se va a mierda. Y esto es un hecho.
Las parejas que funcionan comparten parte de sus vivencias pero cuentan con su espacio propio de individualidad que deja abierta la puerta del asombro, de la sorpresa. Que deja entrar el aire.
La responsabilidad emocional implica hacerte cargo de tus mochilas y darte un espacio previo para observarlas.Requiere de contemplación. De encuentro contigo. Mucho de ese espacio lo genero a través del yoga que descubrí hace ya 15 años y que me permite volver al cuerpo (cuidándolo) para entrenar la mente. Pero hay muchas formas de estrechar ese lazo contigo. El deporte, ir a terapia, subir montañas. Encuentra la tuya. Y practícala un rato, cada poco.
❣ UTILIZA LOS CONFLICTOS CON LOS DEMÁS PARA MIRARTE POR DENTRO Y CRECER
Hace unos meses una tutora entró muy nerviosa a mi despacho a contarme que tenía una reunión con el padre y la madre de un alumno y se sentía cuestionada.
–Desde ahí no les puedes ayudar. Fíjate que estás en tu «yo niña”, la que se siente juzgada. Y la que tiene que guiar esa reu es “la adulta” que también está por ahí dentro. Venga, cierra los ojos, nótalo…
–Puede ser, pero ¿cómo no sentirme juzgada si se van a poner a decirme que…
–Shhh… a la adulta todo eso le resbala, a ella le da igual lo que piensen y digan de ella… ella hace su trabajo lo mejor que puede. Y sabe que cuando el niño le responde mal no es nada personal. Y que si los padres no lo ven es porque tienen sus propios miedos, por eso lo sobre protegen. Y desde esa comprensión les dice cómo podrían cooperar, por el bien del niño, que es lo que queremos todos. ¿Lo ves?
–Y, ¿si no lo entienden?
–Pues respiras y los dejas ir con la confianza de que has hecho lo que estaba en tu mano. Lo que dependía de ti. Lo otro lo sueltas… y te vas a comer.
Y mi compi se fue más tranquila a su reu después de nuestra friki conversa que he intentado reducir pero que duró un poco más.
El trabajo docente no es fácil. Porque nos pone cara a cara con nuestros propios dragones. Cada día.
Por eso es tan importante revisarnos.
Por eso es fundamental seguir formándonos. Y tener tiempo para hacerlo, porque nuestro futuro como sociedad depende de la educación.
He puesto este ejemplo sacado de una relación profesional pero con las personas que tenemos al lado, cada día, surgen cientos de conflictos que nos dan información sobre las luchas diarias que libramos con nosotros, nosotras mismas.
Mi pareja no me valora. ¿Te estás valorando tú?
Mi madre no me tiene en cuenta. ¿Te tienes en cuenta tú?
Mis hijos no me escuchan. ¿Hace cuánto no escuchas lo que te apetece y lo haces?
Mi amiga no me acepta. ¿Qué partes tuyas estás rechazando?
❣ SI TIENES QUE IRTE, VETE BIEN
Hace unos meses viví algo en el trabajo que ningún niño debería vivir aunque sus padres decidan emprender caminos por separado.
De camino a casa pensaba que no sirve de nada terminar una relación por el bien de los peques si seguimos tensando la cuerda, perpetuando guerras. Si en el nombre del amor se siguen rompiendo infancias. Pensaba que un divorcio es un reto y que el mayor desafío no es con el otro, sino con nosotr@s mism@s. Que los demás solo nos hacen de espejo de nuestras propias heridas.
Y estamos aquí para sanarlas.
Pensaba que amor es la fuerza más poderosa para hacerlo. Aunque en el mundo odiante que nos ha tocado vivir esto, a veces, no se comprenda. Pensaba que no, que eso de que el amor todo lo puede no es un mito. Porque no hablo del amor romántico que nos han vendido en las películas, sino de ese que se queda cuando la oxitocina y el resto de química vampírica desaparece.
Hablo del amor del bueno.
De ese que dice lo siento. Que dice te admiro. Que está ahí, incluso cuando no está.
Hablo de ese amor que procura el mayor bien del otro aunque no pueda o no quiera estar con ese otro todo el rato.
Que hace terrarios en tuppers para meter caracoles. Que hace que, a veces, te explote el corazón y otras la vena del cuello y no se cuestiona nunca.
Estalle lo que estalle.
Hablo de ese amor imperfecto.
No voy a extenderme mucho más sobre la separación consciente porque ya escribí sobre ello aquí. Pero me reitero en que todo lo que no sanemos estamos destinados a repetirlo en futuras relaciones. Y la separación no será la solución a la amargura si no somos lo suficientemente valientes como para ponernos frente a todo eso que rumiamos, cada día. Y lo cuestionamos.
Porque siempre habrá situaciones que habrá que gestionar y que acabarán en conflicto si no haces ese trabajo de escucha interna. De amar lo que acontece, tal cual es, no como te gustaría que fuera.
Una separación es elegir un camino distinto del que ha sido tu pareja para poder llegar por separado donde juntos ya no se puede. Si fuéramos conscientes de que no hay culpables porque eso ocurra, las separaciones serían más respetuosas. Y, ¿por qué no? También más amorosas. Desaparecerían los reproches, la búsqueda del bueno y el malo, el deseo de venganza y el despecho. Y, en su lugar, hallaríamos la forma de desear lo mejor para el que ha sido tu compañero. Separarse de forma consciente es una forma de amor verdadero. E implica:
☞ Responsabilizarse de uno mismo, de una misma, sobre todo si hay niños en común, trabajar las heridas propias y estar atentos a eso que te dices:
★ En cada llanto de tus hijos porque le echan de menos.
★ Con cada libro olvidado en la otra casa que hace falta para mañana y a ver cómo lo gestionas.
★ En cada puente y cada verano.
★ En cada cambio que te piden o pides en la agenda.
★ Con la llegada de una nueva pareja.
★ En definitiva, con cada cosa del otro que te hace de espejo de algo tuyo.
☞ Separarse de forma consciente NO es tolerar desaires para llevarse bien por encima de todo.
☞ Es respetarse mutuamente, saber poner límites y, ojo, gestionar lo que te pasa cuando te los ponen.
☞ Separarse de forma consciente es abrazarse a uno mismo, a una misma, sobre todo en las horas bajas, aceptar que todo lo que pasa te trae un aprendizaje y que todo es perfectamente imperfecto tal como es. Aunque no sea como tú querías.
☞ Separarse de forma consciente NO es fácil. Y es posible que lo fácil sea dejarse llevar por el rencor.
☞ Separarse de forma consciente es un reto y hay que currárselo.
☞ Separarse de forma consciente NO es, necesariamente, ser amigo de tu ex. Aunque es lo que, seguramente pasará, si AMBOS hacen ese trabajo personal.
Quién pretenda poner fin a una relación sin mirarse por dentro y hacerse cargo de lo propio, seguirá repitiendo patrones con futuras parejas y perpetuando la lucha con la anterior, en el caso de que haya niños de por medio y no puedas poner distancia.
No podemos experimentar la verdadera libertad hasta que no alcanzamos la libertad interior, por muchos papeles y kilómetros que se pongan con la fuente de nuestro conflicto.
Un conflicto que no es más que con nuestro propio niño, niña interior.
❣ SABER IRTE SÍ, PERO SABER QUEDARTE
En la naturaleza, solo cuando hay varios días cálidos, los árboles saben que por fin ha llegado la primavera. Y despiertan de su letargo. Para activar ese «modo florecer», no son suficientes dos o tres días de sol de enero. Eso podría llevarles a equívoco. Es un proceso que lleva su tiempo.
Me pregunto qué hubiera pasado si no le hubiera dado el tiempo debido a mi 1º relación seria por no cumplir todas mis expectativas al principio. Bueno, sí lo sé, me hubiera perdido una de las mayores lecciones de vida que tuve. ¿Significa eso que tengamos que quedarnos en sitios donde no se nos valora o respeta? No. Solo que, a veces, hemos de dar tiempo a que las cosas se den en el momento debido. Que no siempre es el que nos gustaría.
Que conectemos más con la intuición y menos con lo de fuera.
Que estemos más en el amor. Y menos en el miedo.
Que confiemos más en la vida, porque sabe más que nosotr@s.
Decía Benedetti que «tu alma gemela no es alguien que entra en tu vida para dejarla en paz, es alguien que viene a poner en duda las cosas, que cambia tu realidad, alguien que marca un antes y un después en tu mundo». A día de hoy no estoy muy segura de que las almas gemelas existan pero sigo creyendo en el amor. Por eso terminé mi discurso pidiendo a mis amigos que nunca dejaran de ser ellos mismos. Y que también se atrevieran a cambiar. Que no se asustaran cuando eso pasase. Y, que si se asustaban, que se lo hicieran saber al otro, para que pudiera acompañarle en su cambio.
Les pedí que siguieran siendo HOGAR. Uno con ventanas enormes por donde se colara la luz. Y que dejaran la puerta abierta para poder salir siempre libres y regresar en paz.
En la escena final de El Mago de Oz, la Bruja del Norte le dice a Dorothy que siempre tuvo el poder de volver a casa. Entonces, cuando el Espantapájaros le pregunta «Pero, ¿por qué no se lo dijiste antes?», ella le contesta:
–Porque no me hubiera creído. Tenía que aprenderlo por sí misma.
Pues eso. Que vivamos. Que aprendamos. Y disfrutemos el camino.
Que sepamos siempre volver a casa.
Me ha gustado mucho, gracias
Viniendo de ti, qué honor 🙂
Maravilloso artículo, mucha información de la buena para trabajar. Gracias.
Muchísimas gracias por tu aportación, me encanta que le leas 🙂