Cómo funciona el cerebro de una orientadora TDAH y cómo aplico lo aprendido con mis alumnos

De todas las dificultades para aprender en entornos formales de aprendizaje , el TDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad) es el que mejor entiendo. 

Nunca me diagnosticaron, pero frases como no para”/”no se puede estar quieta”/”si es que es un guisque” eran habituales siendo niña. (Esto de ser un guisque nunca he sabido muy bien lo que es, pero es muy de Murcia y no parece nada bueno…)  

La primera vez que suspendí un examen fue en cálculo. No dejé el espacio debido entre el resultado de la anterior operación con la resta que estaba haciendo. Así que le puse una nota a la maestra “no sé hacer restas de 3 filas”. Suspenso a los 9 años y odio a las mates ad eternum. Por un despiste así de tonto.

Me costaba mucho permanecer sentada en clase. Me costaba permanecer sentada en cualquier sitio. Lo mío era correr, cantar, bailar, desafiar, saltar, coger carrerilla y empujar a mi hermana todo el camino de vuelta al cole, imaginar, subirme al tejado, anticiparme. Lo mío era la acción.

Recordar todo esto me parece curioso porque ahora las frases que más escucho son “Se te ve que eres muy tranquila”, “qué bien te organizas” y “¿cómo sacas tiempo para todo?”.

Mi cara cuando me dicen “Se te ve que eres muy tranquila…”

Curioso porque no siempre fue así. En 6º le dije a mi tutor con lágrimas en los ojos que no me sentía capaz de ir al instituto, mucho menos de estudiar una carrera. Así que, cuando el otro día intentaba hacerle entender a una maestra cómo se siente un niño con estas características en un entorno aula, recordé que así era cómo me sentía yo. Y pensé en la suerte de poder recordarlo para poder transmitirlo en forma de artículos como el de hoy, en el que reflexiono sobre los factores que contribuyeron a mi éxito escolar a pesar de mis limitaciones características.

Apoyo externo: Creo que el método para estudiar 2LSERER y la planificación han sido lo más valioso que me han enseñado nunca (obra y gracia de mi maravilloso primo, el que me explicaba las mates). En este artículo os hablo un poco más sobre las técnicas de estudio. Hoy no podría vivir sin mis plannings, un día haré un post solo sobre ellos. 

Expectativas positivas. “Confío en ti” o esas palabras mágicas que hacen posible lo imposible (y que me tuvieron hasta los 16 sin cruzar un semáforo en rojo solo porque mi padre me las decía muy serio mirándome fijamente a los ojos). Como profes, hay muchas formas de transmitirlo, es mirarle mientras explicas, es preguntarle y esperar a que conteste dándole varias oportunidades de respuesta… Es decírselo. ¿Qué hubiera sido de mi sin Juan Antonio, Doña Celia o Mª Jesús como tutores?  Definitivamente mis profesores fueron mi gran suerte. 

Autonomía o “tú te lo guisas tú te lo comes”: Es normal que al principio estemos pendientes de sus tareas hasta que aprenden a organizarse pero hay un momento en el que tenemos que ir soltando su mano. Y que experimenten que el maestro los ignore o reprenda si no lleva la tarea, el cuaderno que toca ese día o si llega tarde al cole cuando empiezan a irse solos. Mi recomendación es hablarlo con el tutor directamente y hacerle partícipe del proceso: “Voy a empezar a soltarlo para que trabaje solo, ten un poco de paciencia, entiendo que no le dejes participar hasta que no lleve la tarea pero felicítale cualquier progreso, por pequeño que sea”.  Casa y cole tienen que ir de la mano y en la misma dirección. 

Potenciar las fortalezas como base para una buena autoestima: Ya he hablado en otros artículos de la importancia de potenciar en los niños aquello que les motiva y que se les da bien (puedes leer más sobre el propósito vital pinchando AQUÍ). Con los alumnos que tienen algún tipo de dificultad esto es especialmente importante, porque tienden a limitar su autoconcepto (lo que creo que soy) a lo escolar. Y si lo escolar se les da regular, pues “eso debe ser que muy bueno no soy”.  De ahí la importancia de abrir el rango de actividades e incluir cosas que disfruten y hagan bien. En mi caso fue montar a caballo (gracias hada madrina por darte cuenta de que la mecanografía no era esa cosa y convencer a mi madre). Quizá viene de ahí mi conexión con lo natural y mi intento de vincular estas experiencias con animales al aprendizaje (puedes leer un poco más sobre esto si pinchas AQUÍ). 

Educación emocional: “Vamos a jugar a un juego, a partir de ahora, a cada situación adversa o que te haga sentir mal, le vamos a sacar la parte positiva. Vamos a darle la vuelta al pensamiento”. A mí esto que me dijeron siendo niña me cambió la vida, empecé a practicarlo y a día de hoy tengo tan entrenada mi mente a hacerlo que no puedo evitar sacarle el lado bueno a todo. Y de niña me recuerdo más bien ceniza. Esa capacidad del cerebro para adaptarse al ambiente y cambiar como resultado de las experiencias se llama neuroplasticidad y es especialmente importante en niños que tienen algún tipo de dificultad escolar y que desarrollan creencias limitantes sobre sí mismos (podéis leer más sobre el poder de las creencias haciendo clik AQUÍ).

A día de hoy me organizo bastante bien pero aún tengo que lidiar con algunas de “mis cosas”:

✹ Lo que no me apunto no existe.

✹ Me cuesta permanecer quieta y atenta haciendo lo mismo mucho tiempo. Si notas que la silla me quema durante una reunión y me levanto varias veces es probablemente porque ha excedido mi umbral atencional óptimo. Nos pasa a todos, pero a mi más.

✹ Si no vas al grano me perderé parte del mensaje mirando las mariposas de tu pañuelo o la luz que se refleja en tus ojos.

✹ El trabajo monótono durante largo tiempo me exaspera y me agota. Y tengo que revisarlo varias veces porque suelo cometer errores muy tontos en este tipo de tareas rutinarias: listados, estadillos, corregir el “búsqueda de símbolos” sin plantilla, las becas… son mi peor pesadilla.

✹ Olvido todo aquello que no es significativo para mí. Soy capaz de recordar la canción que sonaba el día que nos conocimos pero no me preguntes cómo iba la novia en una boda porque mi respuesta será “mmm… ¿de blanco?”.

✹Pierdo cosas. Olvido cosas. Me dejo cosas en lugares a los que tengo que volver. Muchas veces.

✹ Vine impulsiva de serie. Tuve que hacer grandes esfuerzos para inhibir conductas que me hacían quedar como una niña maleducada cuando, en realidad, era una niña que no sabía esperar.

Aunque esto último ya no lo manifiesto. No solo porque la corteza prefrontal del cerebro madura con la edad y favorece esa inhibición de impulsos, sino porque desde hace algunos años practico yoga y meditación. Y mis circuitos neuronales empezaron a trabajar de otra manera.  De nuevo la neuroplasticidad. Si sabemos que el mindfulness (la versión apta para todas las creencias de la meditación oriental) es una herramienta tan potente que es capaz de cambiar el funcionamiento del cerebro quizá habría que plantearse incorporar algunas de sus técnicas como rutina previa a comenzar la jornada. Diez minutos de respiración consciente pueden ser más que suficientes para ver mejoras y afrontar el trabajo de una manera más efectiva. No parece tan difícil. 

Con el tiempo he desarrollado una serie de estrategias en el trabajo para compensar estas “mis cosas”. Como me conozco…

Lo anoto todo.

Planifico cada tarea, las grandes y las pequeñas, por muy pequeñas que sean, una llamada, una fotocopia, meter un informe al expediente.

Intercalo actividades monótonas, que requieren concentrar mis recursos de atención sostenida (hacer un informe, un listado, corregir un test…) con otras mas llevaderas y motivantes para mi (una entrevista, entrar a un aula…) 

Vinculo cada caso a un recuerdo emotivo que me haga recordar al alumno cuando me hablen de él a los dos meses en medio del pasillo después de haber visto a 20 más (“niño rubio con gaficas muy gracioso que jugueteaba con mi estuche y me preguntó por mi perro”).

☆ Procuro hacer las cosas de la misma manera y cuando extravío algo, normalmente lo encuentro “volviendo sobre mis pasos”. Me muevo por rutinas y lo coloco todo en el mismo lugar para no acabar dejándome el bolso en el autobús y para que, si me lo dejo, sepa dónde me lo he dejado. 

Más que como un trastorno yo siempre achaqué mis calamidades a una forma de ser y aprender diferente, con ciertas limitaciones para algunas cosas pero con puntos fuertes para otras: lo mío es el pensamiento divergente, la empatía, la creatividad para solucionar problemas y ver las cosas desde otra perspectiva.

Los niños con TDAH son sensibles y creativos y cuando el entorno es receptivo y entiende lo que necesitan, aprenden. Igual pero diferente. No bajemos nuestras expectativas sobre su potencial solo porque no se adapten al molde de la mayoría.

Abrazar nuestra vulnerabilidad nos hace más fuertes. En mi caso, además, me ayuda a empatizar con los niños que veo a diario. Recordar mis miedos, mis vivencias… la ternura de esta etapa vital, me conecta con ellos y creo que lo sienten. Y se abren.

Nuestros monstruos personales luchan por salir y cuando les damos permiso para hacerlo, dejan de perseguirnos. Abrámosles la puerta. Sin miedo. 

Puedes seguirme en

10 comentarios de “Cómo funciona el cerebro de una orientadora TDAH y cómo aplico lo aprendido con mis alumnos”

  1. Hola Inma, me parece un artículo muy ajustado a realidad, sin quitar ni poner, y por eso me ha resultado tan interesante y, por eso, creo que lo voy a difundir a lo que da la mata!!! Jajajaa…felicidades y ánimo con el siguiente, seguro que será otro regalo de sinceridad, sensibilidad y comprensión. Un beso grande corazón!

  2. Enhorabuena por este articulo tan bonico! Trabajo con niños TDAH y otras dificultades de aprendizaje y todo es tal y como lo cuentas. Seguro eres una gran profesional y quien mejor que tu para entender como se sienten y que necesidades tienen.

  3. Enhorabuena por su articulo. Gracias por su visión desde dentro, su experiencia como afectada es muy importante. Por desgracia, en algunos centros seguimos encontrando orientadores que niegan la existencia del TDAH

    1. Preciosa mía, esto genera mucha controversia… porque el tdah no es una enfermedad, es un trastorno,un conjunto de síntomas… Alguien dijo en un momento dado “pues todos lo que actúan así y así los vamos a llamar de esta manera”. Y esto a veces tiene el inconveniente de limitar las expectativas del docente, justificando a veces que el alumno no progrese.
      Ojalá no necesitáramos etiquetar para atender a las diferentes formas de ser y de aprender. Mientras, seguimos sensibilizando sobre lo diverso.

      Gracias por tu aportación preciosa🌞

  4. Hola Inma tengo a mi niño de 6 años con TDAH lo diagnosticaron este año y me ayuda mucho leer estos artículos me ayudan a poder entender a mi hijo y me dan esperanza.. de que pueda tener una vida plena y salga adelante espero que su vida también encontremos buenos maestros inclusivos e integradores..

  5. Muchísimas gracias por tu aportación! Yo siempre digo que el “problema” no es tanto del niño sino del sistema, un tanto encorsetado a veces, que tenemos para enseñar. Pero se avecinan cambios, ya verás…
    Un abrazo!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *