El poder de las creencias en el aprendizaje (y en la vida) o cómo CREAMOS LO QUE CREEMOS

Esta semana hablaba con un alumno con TDAH sobre el poder limitante de las creencias y cómo su idea sobre sí mismo como alguien incapaz, gestada tras años de pensarse y sentirse así, habían mermado tanto su autoestima que ya no tenía ganas ni de sentarse a estudiar.

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En mi intento por hacerle entender que eran sus creencias las que estaban determinando cómo pensaba y sentía y, por tanto, qué estaba haciendo (más bien qué NO estaba haciendo, o sea, estudiar), le hice el siguiente esquema:

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“Imagina que tienes la CREENCIA “Soy incapaz, no se me da bien lo escolar”. Sin darte mucha cuenta de ello, esta creencia produce PENSAMIENTOS limitantes cada vez que algo te sale mal, y estos pensamientos, a su vez, te hacen sentir una emoción negativa que te va a llevar a ser menos productivo, ¿lo ves?”.

Y esta conversación, y los varios ejemplos que le puse, me dieron la idea para escribir sobre las creencias y cómo diariamente nos boicotean la felicidad.

Somos víctimas de nuestras creencias limitantes cuando:

⇝ No llamo a ese amigo para ir al cine por si me dice que no (“No valgo la pena”). 

⇝ No me arriesgo a cambiar de casa por si sale mal (“Más vale malo conocido, que bueno por conocer”).

⇝ No propongo mi estrategia en el trabajo por si no me la aceptan (“No soy suficientemente bueno”).

⇝ No le digo a mi pareja lo que necesito por si se enfada, y acabo cargando yo con todo. (“No merezco ser amado”).

Y así, sin fin.

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Lo que debemos saber sobre las creencias:

☞ Son ideas memorizadas de cómo es el mundo y cómo soy yo y me hacen percibir la realidad e interpretarla en función de ellas → “La vida es dura”, “No valgo la pena”.

Sobre este punto, en realidad, las cosas no son como son, sino cómo las vemos en función de nuestras experiencias y nuestros “mapas mentales”. Pero el mapa no es el terreno. ¿Cómo, si no, podemos explicar que dos personas vean cosas distintas ante una misma imagen?

anciana o joven
¿Qué ves? ¿Una anciana o una joven?

☞ Sin ser muy consciente de ello, acabamos comportándonos de modo que nuestras creencias se reafirmen, filtrando la información sobre la base de estas → sólo veo los fallos de mi pareja para reafirmar mi creencia “No merezco ser amado” y ni siquiera intento estudiar el examen porque “No soy capaz”.

☞ Se pueden formar a partir de nuestras experiencias“Hablar en público se me da mal” si una vez me quedé en blanco durante un discurso.

☞ También se gestan a partir de los mensajes que nos repitieron en la infancia“No te puedes fiar de nadie”, “Eres un desastre”…

☞ Determinan nuestros pensamientos y diálogos internos. Y según la forma en que pensamos, así actuamos. → Un pensamiento del tipo “Para qué voy a intentarlo, si no lo voy a conseguir” surge de una creencia limitante sobre uno mismo como “No soy suficientemente bueno”.

¡SE PUEDEN CAMBIAR!

Tratando de explicarle a mi alumno la importancia de saber cómo pensamos para identificar nuestras creencias limitantes y “darle la vuelta al pensamiento” le conté que, durante mi época opositora, creé una nota en el móvil que aún conservo (y que le enseñé) que titulé conversaciones de biblioteca con mi “YO cenizo”(en naranja) con la intención de tratar de neutralizarlo:


— Y todavía queda medio año… no sé si voy a poder sobrellevarlo…

— Que sí… que sólo queda un poco menos de la mitad y lo peor, que es el principio, ya lo has pasado…

— Y el tiempo que nos/me estoy quitando, ¿quién me lo devuelve?

— Que noooo… que es tiempo que dedicas a estar contigo, y esta vez lo vas a conseguir.

— No debería esforzarme tanto… son muchas personas, muy pocas plazas, ¿qué me hace pensar que, entre tanta gente, una de ellas es para mí?

— Sólo necesitas una, confía en tí. Esta vez SÍ. ¡A estudiar!


Y funcionó.

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Funcionó porque le hice caso a mi YO PODEROSO. Y me convencí de que era capaz de lograrlo, así que, segura de esa idea, hice lo que estaba en mi mano para conseguirlo. Ojo, no estoy diciendo que el esfuerzo siempre asegure el éxito (mis anteriores intentos me avalan), sólo que sin él, el fracaso es más que probable.

En próximas entradas profundizaremos sobre algunas técnicas para intervenir sobre nuestros patrones de pensamiento y hablaremos más detenidamente sobre los fracasos (yo prefiero llamarlos ensayos). Mientras tanto, la próxima vez que se te plantee un reto, a ti, a tu hijo, a tus alumnos… hazte esta pregunta, si estuvieras seguro de que el resultado de lo que hagas te llevará al éxito, ¿qué acciones llevarías a cabo?

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Y ya para terminar, os dejo con uno de mis inspiradores favoritos…

“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras.

Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos.

Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos.

Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino”. 

Gandhi.

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