Cómo enamorarte de tu vida

Se acerca San Valentín y no seré yo quien le ponga pegas a una buena manifestación romántica en forma de flores, abrazo largo o bizcocho casero. Porque lo bueno, se celebra. Y el amor es de lo bueno, lo mejor.

Lo bueno se celebra.

Por lo que no paso es por reducirlo a un día al año o a una sola persona solo porque alguien decidiera un 14 de febrero de hace siglos decapitar a un sacerdote llamado Valentín (que luego santificaron los mismos que decapitaron) por desafiar las leyes romanas casando en secreto.

Hace tiempo que decidí hacer de mi mundo algo digno de celebración diaria. En definitiva, decidí enamorarme de mi vida. Maravillosa e imperfecta.

Esto también es celebrar el amor.

¿Conoces esa sensación de no querer estar en ningún otro sitio más que donde estás? Solemos tenerla acompañados, porque somos seres sociales y compartir es de las mejores cosas de la vida. Lo difícil es experimentarlo a solas. Por eso tratamos de llenar nuestros huecos haciendo “loqueseamenosparar” porque, quietos, la angustia vital se nota más.

Nos cuesta permanecer porque nos cuesta conectar con el vacío. Nos genera inquietud, desde que, siendo bebés, experimentamos por primera vez el dolor de la separación con el cuerpo de mamá, al que permanecimos fusionados, flotando, con todas nuestras necesidades cubiertas, durante los primeros meses de vida.

Más tarde, quizá, a esta memoria olvidada, se le unió el abandono de algunas figuras vinculares de la infancia y/o adolescencia y, de una forma no consciente, recreamos esa herida en nuestras relaciones posteriores. Así que nos pasamos la vida tratando de fusionarnos de nuevo. Abandonándonos. Llenando los huecos que a veces nos recuerda la soledad con otros estímulos. Sin entender que el vacío también es encuentro, si sabemos, simplemente sostenerlo.

Nos cuesta permanecer porque nos cuesta conectar con el vacío.

Y, con este panorama, ¿cómo lo hacemos para enamorarnos de nuestra vida?

ACEPTA

Acepta también que a veces nada sale como esperabas. Que somos imperfectos. Y no pasa nada. Podéis leer más en mi artículo “Aceptación o la clave cuando el mundo se para pero nuestra mente (y nuestros hijos) no”. Las cosas son como son, no como queremos que sean o, al menos, no siempre.

Lo de recuperar el mando a distancia emocional cuando una situación nos hace perderlo es algo que se aprende. Y se enseña.

La “Cesta de poder” es una herramienta que me ayuda a hacerlo con los peques. Y es que ellos necesitan ver, tocar y sentir las cosas para entenderlas. Así que me inventé este artilugio basado en el círculo de influencia de Covey (si no sabéis lo que es, en el artículo que cito arriba hablo de ello) para ayudarles a gestionar conflictos y promover en ellos la responsabilidad emocional. Un temazo.
Esto fácil no ha sido. Que me escuchen. Que lo entiendan. Que lo practiquen. La cesta antes de ser de poder ha sido cama de dinosaurios, armario de ropa de muñecas y trasto que no sabes dónde poner muchas veces.

Pero lo que os digo siempre, sus pequeños cerebros en formación necesitan de la repetición para integrar las cosas. Y esto, a veces (la vez n° 27), hace que den ganas de tirar la toalla. Pero, en serio, la constancia funciona. Y un día se hace la magia y te dicen que saques el invento para resolver una trifulca por «nosequé» cosa. Y te sorprenden.

Por si queréis probar:

❦ La cesta representa lo que depende de uno mismo. Básicamente lo que yo pienso, siento, hago o digo. Es aquello en lo que puedo influir (mi poder).

❦ La parte de fuera es lo que se escapa a mi control, por tanto no tengo ni poder ni influencia sobre ello y tengo que soltarlo. Dejar de preocuparme si no puedo ocuparme. Lanzarlo al mar.

Así que la pregunta sería, en esto que ha pasado ¿qué puedes hacer tú?, ¿qué depende de ti? Todo eso lo escribimos en un papel y lo metemos en la cesta. Todo lo que no, lo dejamos caer al mar.

Y esto no solo sirve para resolver conflictos sino para trabajar sobre cualquier cosa que los desestabilice.

Una vez lo integran les sale solo. ¿Significa esto que nadie los va a sacar de sus casillas más? No. Solo que sabrán recuperar más rápido la capacidad para poder gestionarlo.

Pon el foco en lo que te hace FELIZ a través de todas aquellas “pequeñas cosas que hacen la vida inmensa” de las que hablo siempre (podéis leer más aquí). Siéntate y escribe cuál es tu definición de felicidad sobre la base de los tres momentos más felices que recuerdes. Indaga sobre los elementos comunes en esas escenas.

¿Cuánto de importante es el mar para ti?

La psicología positiva lleva muchos años estudiando los factores que intervienen en el bienestar, tratando de no patologizar los estados negativos (sientes tristeza, no ERES depresivo). Y no, la psicología positiva no es autoayuda. Y no tengo nada en contra de ella. Pero es que no es. Los que les escriben las frases a las agendas de Mr Wonderfull y hacen charlas euforizantes para anestesiar el dolor, no, esos no son psicólogos positivos.

La psicología positiva es el conocimiento del ser humano y las condiciones que influyen para poder vivir de forma óptima, o sea, lo mejor que se pueda. (Del latín “optimum”, “lo mejor”). Así que el optimista es el que le saca el lado bueno a las cosas, centrándose en el agradecimiento por lo que tiene, no en la frustración por lo que no. Y esto, a mí me parece un puntazo pero no, no significa estar contento las 24 horas del día. Ni que nos neguemos la rabia, el miedo o la tristeza. Más bien nos anima a sentirlas. Y sostenerlas. Porque la felicidad es un lugar donde caben todas esas emociones, pero entran y salen con facilidad.

Y llamadme loca pero yo, eso de que me ayuden a salir de un estado negativo, lo agradezco. Que a todos nos gusta rebozarnos en el barro, pero no nos vamos a quedar a vivir en él.

La vida se escribe. Collage de la genial Isabel Rodríguez.


NATURALÉZATE. Dificultades para la concentración, irritabilidad, fatiga crónica, depresión, niveles bajos de vitamina D, enfermedades respiratorias como el asma y otros males se ven agravados en ambientes privados de espacios naturales. Un estudio de la Universidad Aarhus en Dinamarca (y como este, un montón más) pone de manifiesto que tener una infancia cerca de vegetación se asocia con un riesgo hasta un 55% menor de sufrir trastornos de salud mental en la edad adulta. 

Con estudios o sin ellos, lo cierto es que es fácil comprobar cómo todo se ve desde otro prisma después de hacer el muerto en el mar o de un paseo por el monte.

“Naturalecemos”. Cada día. Un ratico.


PRESENCIA

Cuando estés contigo y con los demás. El mindfulness y la meditación nos ayudan a entrenarnos en el estar aquí y ahora. Hay varios artículos (como este) en los que hablo sobre ello pero no sirve de nada leerlos si no practicamos. En el canal de youtube “Sé la suerte de quién te encuentre” tenéis algunas meditaciones y relajaciones guiadas. 10 minutos por la mañana. 10 por la noche. Y tu cerebro empieza a cambiar.

COMPARTE Y CUIDA LOS VÍNCULOS CON LOS DEMÁS.

La vida, a veces, se complica y a mí, cuando pasa, me viene a la cabeza uno de mis poemas favoritos. “Andando de tu mano, qué fáciles las cimas”, dice Pedro Salinas, recordándome la importancia de acompañarse bien. De rodearse de magia. Y, en nuestra vida, siempre hay alguien que se encarga de la magia.

Siempre hay alguien que se encarga de la magia.

Que hace la playlist para la fiesta, o la cena. Que se lleva el pompero a la ruta senderista. Que baila sin porqué, sin ritmo y hasta sin música. Que te escribe la nota que ves al llegar a casa. Que propone el juego. Que trae el vino bueno. Que te dice que mires al cielo porque ha visto una estrella fugaz. Que pide esa canción al DJ. Y la vela de cumple al camarero.

Demos a esos portadores de magia y luces el valor que merecen. Alimentar el vínculo con las personas más valiosas para nosotros y nosotras. Sé que parece evidente pero, en ocasiones, son precisamente esas relaciones, las que más seguras tenemos, las que menos atendemos. Sobre todo, cuando el cansancio de ocuparnos de un ser que depende de nosotros, de nosotras, para todo, hace mella.

Pero es necesario estirar los brazos para llegar al otro y permitir que el otro llegue a nosotras, un otro en quien poder confiar, cada día un poco más. Es necesario y es un arte, el arte de estar conmigo y con el mundo. De dar y recibir.

¿Qué hacer si no encuentro esos vínculos para compartir? Crearlos. Voluntariado, cultivar aficiones que te ayuden a conocer gente e, incluso, contar con la tecnología. Hoy en día, gracias a aplicaciones como “Meet up” podemos unirnos a grupos de personas de edades similares a la nuestra para compartir actividades de lo más variadas. Rodeémonos de amigos. Y de magia.

CONECTA CON TU CUERPO

–Mamá, tengo miedo, he tenido una pesadilla.
–Ven, que te abrazo.
–Pero, ¿cómo lo hago para que se vaya el miedo?
–Solo siéntelo, ¿dónde lo notas en el cuerpo? Respíralo, y se irá soltando poco a poco. Yo mientras te abrazo.

Y ya, al día siguiente, le expliqué que las pesadillas son como la lavadora de nuestra mente. Que tiene que limpiarse y, a veces, lo hace así.

Intento, cada día, que este diálogo con mi hija durante una madrugada, sea muy parecido a los que tengo conmigo ante cualquier situación desagradable que me toque afrontar. Intento ser esa tierra que materna. Que nutre. Que acompaña. Y sostiene.

Mami es ese sitio donde siempre puedes volver.

Conectar con el cuerpo es experimentar el deleite en ponerte una crema, estírate en la cama, dúcharte con parsimonia. Salir a correr y sentir el poder en tus piernas. Bailar.

El viernes llegué a casa helada y con dolor de pies, después de una semana de esas, de convalecencias familiares y preparativos de cumple con traca final de fiesta. Fue un día de esos en los que no te da tiempo a comer (en realidad siempre nos da, pero a veces priorizamos otras cosas, yo también lo hago, no nos fustigemos pero prestemos atención). Así que me preparé un plan de reina.

Uno de mis clásicos sencillos (que estaba muerta y helada, recordad). Bañico+masaje+cenaconvelas.

Pensaba entonces que este San Valentín, te regales eso que esperas que haga tu pareja. Y, ya puestos, que lo hagas cada día.

No tiene que ser un planazo. Una nota en la agenda, ponerle canela al café, pillarte un rojo de labios o decirte algo chulo en el espejo valen (a mí esto último también me da vergüenza).

Este 14 de febrero, y siempre, sé eso que esperas del otro para ti. Y no querrás estar en ningún otro lugar, de ninguna otra manera, con ningún otro alguien, más que como estás en este preciso momento.

 “Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que te apoye en tus ridículos, que respete que eres libre, que te acompañe en tu vuelo, que no le asuste caer. Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía.”

Estefanía Mitre

Mereces ser ese amor para ti.

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6 comentarios de “Cómo enamorarte de tu vida”

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