Quiérete como una madre recién salida de un spa y 5 años de terapia

No nos enseñaron a amarnos. Somos descendientes de esa generación de mujeres que nos abrían la entrada a la independencia y salían de casa con esa losa llamada culpa por sentir que no estaban “donde tenían que estar”.

Madres que llegaban a casa exhaustas pero disfrazadas de supermujeres que podían con todo, la cena, la ropa, el malhumor del de al lado. Madres que se acostumbraron a silenciar sus necesidades para compensar ese hipotético vacío que dejaban a sus espaldas cuando se iban a trabajar. O a cualquier sitio que no fuera ocuparse de otro.

El plan de “conciliación” para llenar esos huecos de la mía fue ponernos un cuarto en su “pelu”, donde pasamos parte de nuestra infancia, entre pinzas, rulos y cuadernillos “Rubio”. Un lugar donde guardo recuerdos maravillosos.

Recuerdo mirarla durante horas hablar con sus clientas, más bien observarla mientras las escuchaba. Siempre con su mejor sonrisa, su dulzura y su alegría. Creo que esa empatía fue el principio de mi carrera como psicóloga. Eso y leer el “Consultorio” de las revistas de cotilleos (porque las divulgativas o de decoración que alguna vez probamos a comprar siempre quedaban intactas en el estante).

Mi madre o la mujer más bonita del mundo.

Nunca le escuché un mal gesto, una mala palabra. Para mí, todo un ejemplo de humildad, generosidad y amor desinteresado en su estado más puro. Todo un legado de luz.

Y de sombra.

Y es que tengo varios recuerdos de mi madre tratando de enseñarnos a querernos a nosotras mismas. Pero, también la sensación de que la vida no le permitía elegirse. Y que no hacerlo era lo normal. Y así lo interioricé.

Por eso ahora sonrío cuando la escucho decir y hacer, no todo, pero casi, lo que le apetece en cada momento. Aunque no le guste a todo el mundo.

Ilustración de Paula Bonet.

Por eso y, por mi parte, últimamente estoy poniendo atención a todas aquellas veces en las que no me priorizo. Para elegirme. Y a escribirlo. Para hacerme consciente de ello.

☂ De todas las cuotas que pago por algo que no uso por no pasar el mal trago de darme de baja.

☂ De esas otras en las que dejo de cocinarme lo que me apetece para hacerlo el día que están los niños.

☂ De las noches en las que me acuesto tarde cuando lo que me sienta bien es empezar a apagarme antes.

☂ De todas las veces que digo SÍ cuando quiero decir NO.

Te invito a hacerlo como ejercicio de escritura balsámica de esta semana: presta atención a todas aquellas veces que te dices no a ti misma. Te sorprenderá la de veces que no te miras. Y sí, que ser madre significa que no siempre puedes elegir el spa y el libro. Pero eso no significa que dejemos de elegirnos. Nos estamos eligiendo cuando decidimos estar presentes. Cuando nos tirarnos en el suelo con nuestras patas y ellos danzando por las paredes del salón. Cuando ralentizamos y simplificamos. Cuando decimos NO a aquello que simplemente, no nos apetece hacer. A no complacer si no nos complace. Porque cuando dejamos de elegirnos se nos nota en la cara y en eso que aviva la llama de nuestra alegría.

Y los pájaros de nuestra cabeza se van lejos… Ilustración de “Yo voy conmigo” de Raquel Díaz Reguera.

Y si hay alguien que sabe sobre la complacencia y el miedo ancestral de las mujeres al rechazo y a no ser queridas es Carmen García Ribas (docentes que queráis trabajar estos temas en clase pinchad AQUÍ). En sus libros, esta autora nos habla de mujeres que, entre boicotearse a sí mismas para obedecer los estereotipos culturales o hacer frente al posible juicio, rechazo e incomprensión del mundo, prefieren lo primero. De modo que se pasan la vida tratando de agradar y acaban olvidándose de sus verdaderos deseos. Con el tiempo acaban enfadadas consigo mismas y, por ende, con los que la rodean.

Leyéndola recordé a mi madre y quise tener 10 años y regalarle un spa. O animarla a contratar una canguro para quedarse más rato en esa comunión de la que salió a regañadientes. Y que volviera a casa con las medias rotas y los pies descalzos. Y muchas ganas de reír.

Como lo de retroceder en el tiempo aún no se ha inventado, me lo voy a regalar yo. Me he propuesto ser, para mí misma, esa madre que quiero ser para mis hijos:

★ Esa que está ahí para sostenerlos en su emoción.

★ La que los calma cuando se olvidan de lo mucho que valen.

★ La que les brinda palabras de consuelo cuando tienen un mal día.

★ Esa que les atusa el pelo y les hace un caldito cuando tienen frío o están enfermos.

★ También la que les nutre y les anima cuando algo les apetece, pero no se atreven a hacerlo.

★ La que se sube con ellos al carrusel y se lo pasa pipa.

En definitiva, voy a ser, para mí, esa madre que no tuve, que nadie tuvo, en realidad, y no por falta de amor, sino de tiempo, de escucha, de autocuidado. De consciencia.

Ser, para mí misma, esa mami que no puedo ser siempre con ellos. Y no enjuiciarme cuando me de cuenta de que no lo estoy siendo.

En los momentos de oscuridad, maternémonos. Sostengámonos como se hace con un niño, sin prisa. Sin intentar que se le pase rapidito.

Solo acompañándonos.

Quizá por el camino aprendamos a abrazar e, incluso disfrutar de nuestra sombra como de esa nota discordante en la versión acústica de Creep (Radiohead). Virtuosa e imperfecta.

Y amarla hasta el punto de no concebir la versión sin ella.

Este artículo cerraría así y, a continuación, incluiría la versión acústica de Creep, que tanto me gusta, con su pequeño gallo apoteósico. Pero se da la circunstancia de que hoy ha muerto Franco Battiato, así que cierro con este tema que tantas veces bailé con mi madre en la cocina. Porque, a pesar de sus cruzadas, linajes y zarzaganes airados, ella nunca dejó de bailar.

Querámonos mucho. Dancemos siempre. Como si no nos estuvieran mirando. O, mejor, como si nos miraran y nos diera igual.

“Una nariz como la mía o la aceptas o te pegas un tiro”. Franco Battiato.

Para ser grande, sé entero:

Nada tuyo exagera o excluye.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres

en lo mínimo que hagas.

Así en cada lago la luna toda brilla,

porque alta vive.

Fernando Pessoa.

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2 comentarios de “Quiérete como una madre recién salida de un spa y 5 años de terapia”

  1. Lo has contado de la misma forma que amas, a lo grande, generosa, agradecida.. Qué falta hace tu mirada abierta y tu sentir compasivo..
    Quererse sobre todo a pesar de todo

    “Lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas”

    Cuánta savia guardan las peluquerías de entonces..😌
    GRacIAs

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