Por qué deberías incluir la música y el movimiento en tu aula (y en tu vida) y cómo hacerlo

Recuerdo que era viernes por la tarde y la profesora nos repartió un folio en blanco con una consigna muy sencilla: «Escuchad y mientras lo hacéis pintad lo que la música os inspire». Después le dio al play a uno de esos antiguos radiocasetes y empezó a sonar lo que, tras mostrar nuestros dibujos, nos dijo que era “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi.

Cuando terminó la pieza musical, comprobamos que, a pesar de que nuestras creaciones eran distintas entre sí (en algunos dibujos llovía, en muchos flotaba un arco iris o había flores o pájaros…) todos los dibujos tenían algo en común: estaban inspirados en la naturaleza.

El fenómeno unificador de la música no me resulta extraño, después de todo, es a través de ella como accedo a esa parte de mí, que es más sabia y está más conectada con todo. Las mejores ideas afloran en mi cabeza cuando corro o voy en ese habitáculo uterino en el que convierto mi coche mientras dejo sonar las melodías. La música es la forma en la que esas ideas se visten de palabras. De algún modo conecto con la esencia que el autor quería transmitir al crearla. Y la traduzco a otro lenguaje. Esta experiencia mía, totalmente subjetiva, ha sido estudiada por el el Instituto de Neurociencias “Cerebro, música y sonido”. Sus investigaciones demuestran que lo que sentimos cuando escuchamos una canción es muy similar a lo que experimenta el resto de la gente en el mismo lugar.

La música, como el fuego, es expansión, conexión, entusiasmo… Y alegría. Esa emoción que nos predispone a dar y a recibir. La puerta de entrada al amor. Hay un poder unificador en el fuego que nos anima a compartir y es algo parecido a lo que pasa entre las personas cuando escuchan un ritmo armónico. De hecho, es una de las hipótesis sobre cómo surgió la música, en un intento de movernos todos a una.

La música escuchada a la vez estimula las neuronas cerebrales de la misma manera, dando lugar a una especie de sincronización que puede desembocar en una experiencia o conexión emocional compartida a través del ritmo

Y es que, las melodías modulan el estado de ánimo de manera más eficaz que las palabras. De algún modo, armonizan y nos hacen a todos avanzar en la misma dirección. Que las personas se muevan juntas tiene un beneficio evolutivo para nuestra especie por la tendencia que le sigue a actuar de una forma más altruista. A sentirse más unidas. De ahí que me parezca fundamental incluirla como parte cotidiana de la dinámica del aula. No necesariamente como una materia, que también, sino incorporarla de manera transversal a través del resto del currículo por sus múltiples ventajas, entre las que destaco su conexión con el movimiento.

¿Por qué incorporar la música y el movimiento a la dinámica del aula? Fundamentalmente por tres razones:

  1. Porque es una buena forma de generar conformidad grupal o esa tendencia a pensar y actuar como lo hace el grupo. En nuestra cultura y en algunos aspectos, la conformidad puede ser percibida como algo negativo, sin embargo, en un entorno como el aula, es necesaria cierta conformidad grupal para que la dinámica funcione. El modo en el que puede el grupo influir en la conducta individual se ha estudiado ampliamente desde la psicología social. Factores como la cohesión o el tamaño del grupo influyen. Fue Solomon Asch el pionero en estudiar este fenómeno que puede hacer a alguien cambiar una determinada conducta por la influencia de las personas de las que se rodea. En este experimento se ve claramente cómo el cerebro sigue a la multitud adaptándose a lo que hace la mayoría, aunque sea algo totalmente inverosímil.
“Cuando vemos a  nuestro grupo realizar una tarea, nuestro cerebro nos recompensa por seguir sus pasos”, explica Jonah Berger, de la Universidad de Pensilvania.

2. Porque la música y el movimiento favorecen el aprendizaje. Lo había leído infinidad de veces pero pude comprobarlo hace menos de un mes. Pedro (que no se llama así) tenía muchas dificultades para aprender y su tutora me dijo que lo evaluara. Así que fui a buscarle a su aula. Al llegar, el grupo estaba ensayando la coreografía del baile de final de curso, así que esperé a que terminaran y aproveché el momento para hacer algo que debería ser parte natural del trabajo de todo docente: solo observar. Sus caras eran entusiasmo. Estaba claro que la música y el movimiento estaban activando las emociones “CASA” (curiosidad, admiración, seguridad y alegría) de las que habla Roberto Aguado, que también estudiaron Mora Teruel o José Ramón Gamo y que mejoran el éxito académico de los chavales (hablamos de todo eso aquí). Al salir del ensayo Pedro estaba más dispuesto a colaborar, más atento, más animado. Y pensé que esto tenía que recordarlo al mundo. Señores, más música y movimiento en nuestras aulas.  

Somos lo que escuchamos

3. Porque la música amansa a las fieras: Actuando, según las investigaciones del equipo de Robert Zatorre de la Universidad de Montreal, sobre el hipotálamo, el núcleo de accumbens y el área tegmental ventral, que activan los centros de recompensa y placer en nuestro cerebro. Además, estimula la producción de una sustancia vasodilatadora (óxido nítrico) y la liberación de serotonina, reduciendo el cortisol en sangre. Traducción: reduciendo el estrés. ¿Alguien da más? Pues sí, las personas que disfrutan de la música tienen un gran acoplamiento entre la actividad de la corteza auditiva (lóbulo temporal), la corteza frontal (implicada en procesos cognitivos) y el núcleo accumbens (al que se atribuyen funciones relacionadas con el placer y el circuito premio-recompensa). Esto significa que las distintas partes de su cerebro trabajan de una forma más coordinada.

Ahora bien, ¿cómo lo hacemos?

EN LA ETAPA INFANTIL:

Cada vez veo más casos de dificultades de aprendizaje y esto se debe, en parte, a la tendencia del sistema educativo a adelantar contenidos curriculares a través de fichas y estímulos sensoriales para los que el cerebro de un niño aún no está preparado (a través de nuevas tecnologías). Si queremos que el alumnado en primaria aprenda con facilidad, en infantil hemos de trabajar, y mucho, las habilidades básicas: motoras y sensoriales.

Antes de los 7 años el niño debe haber conseguido:

Inhibir reflejos arcaicos, que pueden dificultar aprendizajes posteriores, a través del desarrollo los sentidos corporales: El sentido vestibular o del equilibrio, el sentido propioceptivo, por el que percibe su propio movimiento (libre de reflejos). El  sentido vital,  llamado por Ayres sentido del bienestar, relacionado con las necesidades básicas. Cuando un niño no duerme las horas que necesita o que tiene hambre, esto se traduce en inquietud motora e irritabilidad. El sentido del tacto o la capacidad de percibir el límite propio y ajeno. Dificultades en el sentido del tacto esto se pueden manifestar, por ejemplo, en la tendencia a pegar por una hipersensibilidad.

✓ Definido su lateralidad: En los primeros años los niños son ambidiestros, utilizan indistintamente ambas manos. La lateralización ocurre cuando el niño es capaz  de realizar simultáneamente movimientos diferentes en cada mano. Antes de los 7 años se debería definir la dominancia, que generalmente es diestra. Pero cada vez más, nos encontramos con un incremento de dominancias no definidas, mixtas o cruzadas (ojo izquierdo, mano derecha, pie izquierdo) que a su vez entorpecen el aprendizaje de la lectoescritura. Cuando en el cuerpo no está verdaderamente integrada la derecha/izquierda y el arriba/abajo, es muy difícil plasmar estos conceptos en un papel.

Para poder escribir bien, el niño primero ha de haber desarrollado la lateralidad a través de actividades donde los miembros se mueven a la vez  y con movimientos idénticos ambas manos o ambas piernas, como ocurre al saltar o columpiarse.

✓ Tener capacidad de concentración, atención, escucha y memoria. Que se desarrollan, por ejemplo, a través de los cuentos o las canciones relatados en la voz de un adulto, lo que, a su vez, desarrollar la imaginación sesgada por el abuso de pantallas.

✓ Una buena orientación espacial y coordinación visomotora: Para poder orientarse en el espacio y reconocer cual es su mano derecha y su mano izquierda. Un niño al que le cueste esto, tendrá dificultades en el orden, distribución y dirección de las palabras en el folio. Le costará comprender que la escritura se desarrolla de izquierda a derecha y de arriba abajo, al igual que la lectura. Tendrá problemas distinguir entre p, b, g y d y para establecer el orden de las letras, siendo más susceptible de desarrollar dificultades en la adquisición de la lectoescritura.

✓ Un lenguaje adecuado y una buena discriminación auditiva. Ser capaz de articular correctamente las palabras, tener un vocabulario rico, poder evocar las palabras con facilidad. Entender y hacerse entender para pedir lo que quiere.

Pero, además, unos ciclos adecuados de actividad y sueño, hábitos de alimentación saludables, una adecuada autonomía y habilidades sociales y personales.

Con todo lo que hemos de trabajar primero, ¿de verdad queremos sentar a los niños a hacer fichas con 3 años?

Cuando pueden estar aprendiendo volúmenes experimentando con sus propias manos, que es lo que necesitan a esa edad.

Todos estos hitos de aprendizaje de los que hemos hablado se producen a través del juego y el movimiento, poniendo a los niños en contacto con su cuerpo, con los demás, con la naturaleza, vinculando el entorno educativo con la alegría.

En un aula con muchos niños y un solo profe, una de las mejores formas de conseguirlo a través de la música. Para hacerlo, las rimas con movimiento son una opción más que recomendable y el método de Tamara Chubarovsky para practicarlas, tanto en clase como en casa, es uno de mis favoritos.

★ A PARTIR DE LA ETAPA PRIMARIA:

No sé si tu recuerdas lo que era sentarse en un pupitre de 8:15 a 14:30 cada día con un par de descansos, con suerte, de 15 minutos. Pero yo sí. Y era tan aburrido que acababa mandando notas (he escrito auténticas novelas en clase), revolviendo e, incluso alguna vez, escapando por la ventana. Esto es completamente verídico y es posible que algún día lo relate. Para alguien como yo, permanecer quieta era una auténtica tortura china y se activaba en mí el mecanismo de lucha y huida. Por eso agradecía a ese “profesor o profesora oasis” que hacía que moverse fuera algo lícito incluyéndolo en su metodología.

Las asignatura de música y educación física están perdiendo peso, sobre todo en secundaria, y creo que es un error. Phylicia Rashad lo resumió en una frase que me parece apoteósica y es que “los niños antes de hablar, cantan, antes de escribir, dibujan. Apenas se sostienen, bailan. El arte es fundamental para la expresión humana”.

Pero, además de enseñar estos contenidos de manera formal, como asignatura, mi propuesta es que se instauren de forma cotidiana en la jornada educativa a través de actividades que trabajen el currículo. Es decir, tú como profe de ingles puedes proponer actividades que incluyan canciones y que tienen que escuchar para desarrollar la conciencia fonológica de una forma divertida, y tú como profe de mates puedes trabajar el aprendizaje de las tablas de multiplicar incorporando ejercicios en movimiento.

Seamos creativos…

Porque “nuestra sociedad nos ha enseñado a ver el movimiento a través de las lentes del ejercicio físico. Y la realidad es que el ejercicio es solo una parte muy pequeña del movimiento. La gente tiende a pensar que hacer ejercicio físico 3 horas a las semana es suficiente. 3 horas de EF no compensan 60 horas sentados mal o moviéndonos mal”. Los hermanos Soriano, entrenadores y deportistas natos lo tienen claro. Pensamos que nuestros niños y niñas llevan una vida activa porque hacen su extraescolar y sus 2 horas de educación física pero luego les duelen las rodillas al hacer determinados movimientos, no pueden trepar un árbol ni tocar el suelo con las manos sin flexionar rodillas. En su opinión, nos hemos vuelto adictos al ejercicio físico y alérgicos al movimiento natural.

Javier Romero Naranjo es musicólogo, pedagogo musical y especialista en músicas africanas que trabaja como profesor en la Universidad de Alicante al que tuve la suerte de conocer en el último Congreso de Innovación Educativa de Valencia. A través del Método Bapne, propone recursos pedagógicos que incluyen el ritmo y el movimiento para trabajar en el aula. Su discurso es convincente porque lo lleva a la práctica en cada conferencia, haciendo que salgas después de escucharle con unas ganas tremendas de implementarlo en el aula. Si eres profe no te puedes perder su mensaje.

Javier Romero o la importancia de ser ese profesor oasis.

Decía Katherine Hepburn que la vida tenía una música escondida dentro que teníamos que aprender a escuchar. Y bailar con ella. Pensaba en eso y en lo feliz que me hace saber felices y bailongos a mis hij@s cuando yo no estoy con ell@s. Y todo eso en mi coche mientras sonaba La Primavera que me hizo dibujar ese arco iris a los 8, versionada magistralmente por Max Richter.

Llegué a la conclusión de que, para saber cómo es tu relación con alguien solo tienes que sentirte cuando te alejas. Preguntarte qué música es la te inspira escuchar su ausencia. Y si te quita las ganas de bailar.

La Primavera (Vivaldi) por Max Richter.
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2 comentarios de “Por qué deberías incluir la música y el movimiento en tu aula (y en tu vida) y cómo hacerlo”

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