Cómo motivar a tu alumnado (y, de paso, motivarte tú)

Como orientadora los profesores suelen pedirme que saque la varita mágica estrategias para motivar al alumnado. Fue el caso de una maestra al inicio de este curso.
― Marcos no quiere trabajar. Explico la actividad y simplemente no la hace porque no quiere, porque poder, puede. Ya no sé qué hacer con él…
― Ten paciencia, ya sabes que sus padres se están separando, ahora mismo necesita ese sostén emocional.
― Si lo tuviera sólo a él…vale, pero en la misma clase tengo a:
Noel con TDAH,
Omar con desconocimiento del castellano,
Andrea con dislexia,
Quique con autismo,
y Housam y Roberto alborotándolos a todos.

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Así que ojalá tuviera superpoderes pero es que no hay forma de dar clase así. Necesitan una atención individualizada, a cada momento hay una interrupción. Tengo un temario que dar y… me siento desbordada.

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―Tienes toda la razón, en pequeño grupo y con más recursos, sería más fácil, pero esto es lo que tenemos ahora mismo.Y resulta que sí que tienes un superpoder y se te ha olvidado, tienes el superpoder de cambiar el mundo.

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Que sí. Que lo se. Que a veces me pongo en plan peliculero que da gusto, pero es que en ocasiones me toca lidiar con el desánimo en los docentes y, de verdad, no me extraña:
– enseñando a grupos cada vez más numerosos y con distintos niveles y formas de aprender,
– con una burocracia cada vez más demandante,
– y escasa formación para hacerlo (señores legisladores, hagan algo por favor).
Así que, como orientadora y compañera (y cinéfila que soy) me toca sacar la artillería pesada y recordarles que sí, que esto es lo que hay, pero que tienen la gran suerte de poder influir en las vidas de esos jóvenes y en la sociedad a través de la educación.

¿No os parece una pasada?

Pues lo es.

Pero, como todos los superpoderes, entraña una gran responsabilidad y requiere de vocación y motivación. Hoy dejo mis diez claves para motivar al alumnado y, de paso, motivarte a tí. Son fruto de muchas lecturas pero, sobre todo, de mi propia experiencia como docente y como alumna.

¿Empezamos?

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Preocúpate por ellos, de aquellas cosas que van más allá de lo curricular. La tutora que recuerdo con más cariño, aquella a la que no quería fallar y por tanto, esa que me hacía estudiar e ir más contenta al cole, era la que me preguntaba al terminar la clase por qué había llegado tarde, si iba todo bien en casa cuando me veía distraída. Y es que me hacía sentir especial. Así lo creía, y lo que crees, lo creas.

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Emociónalos: aprendemos más y mejor cuando activamos la curiosidad, el interés, la alegría… Ya lo dice Mora Teruel (pincha aquí para verlo en acción), que “la emoción es la puerta de entrada al aprendizaje” y que “sólo se aprende aquello que se ama”. Y esto es más fácil que se dé cuando…
✓ entramos al aula con una sonrisa.
✓ les miramos a los ojos cuando nos dirigimos a ellos.
✓ les preguntamos por algo que nos comentaron en la sesión anterior.
✓ les contamos una anécdota personal (ms peripericias opositoras son ya un clásico para ellos).
✓ ilustramos lo que queremos transmitirles con un vídeo, película… que conecte lo aprendido con el mundo real y consiga emocionarles.

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Cree en ellos: de todos es sabido el efecto Pigmalión y la trascendencia que tienen nuestras expectativas sobre el potencial de un alumno. Mario Alonso Puig nos cuenta la historia de Ben Carson, o cómo un pandillero de un barrio bajo de EEUU acaba siendo el mejor neurocirujano del mundo, simplemente porque alguien creyó en él. Ahí es nada.


Haz que ellos crean en sí mismos: 15 años estudiando a millones de alumnos le valieron a John Hattie para afirmar que el factor que más impacto tiene en el aprendizaje de los niños es la percepción de su propia competencia, la expectativa sobre su propia capacidad o lo que él denominó “mentalidad de crecimiento”.
Es decir, que si un alumno cree que es pésimo para las mates, es más fácil que se bloquee ante una derivada. Si piensa que se le da bien la música, enseñarle a solfear va a ser más sencillo. Y eso es una suerte para nosotros, docentes, porque el profesor puede (y debe) reforzar los avances, por pequeños que puedan parecer, inculcar esa mentalidad de crecimiento en los chavales basada en el esfuerzo.

El mensaje sería “Si quieres, PUEDES. Y si te cuesta, yo te ayudaré, pero ESFUÉRZATE”.

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La pasión nos llevó aquí

Gestiona el aula eficazmente , de modo que se genere un clima agradable donde se pueda dar clase. Para ello es fundamental fomentar la cohesión de grupo y establecer unas normas que sean reforzadas cuando se cumplan, que al final les apetezca seguir. Para Ángel R. Calvo, estás gestionando bien tu aula cuando:

✓ Dedicas las primeras sesiones a establecer un sistema de normas (en positivo) consensuadas entre todos y las expones en un lugar visible, junto con las consecuencias que tiene no cumplirlas.

Controlas todo lo que ocurre en su aula, redirigiendo los comportamientos disruptivos, no necesariamente a través de una reprimenda. A veces basta acercarse al alumno que habla o se ríe y tocarle ligeramente el hombro, sin parar la clase, para que cese. Una compañera maravillosa cuando percibe que los decibelios en el aula suben, hace sonar unos crótalos, que les recuerda que deben hacer dos respiraciones.

✓ Eres consciente de tu papel en el proceso interactivo de la disrupción y te preguntas el por qué de dichas conductas (¿está intentando llamar la atención o es que se aburre en clase?)

Refuerza, refuerza y refuerza. Premiemos aquellas conductas que queremos que repitan. Para ello, no hay nada mejor que establecer a principio de curso un sistema estructurado de recompensas basado en la economía de fichas. Lo explicaré con detenidmiento en próximos artículos, pero en síntesis, cada comportamiento positivo se puede traducir en fichas (o estrellas o cualquier tipo de reforzador). Lograr un determinado número de estrellas se convierte en un determinado privilegio. Por ejemplo:
✓ Con 5 estrellas el alumno puede elegir con quién se sienta.
✓ Con 10 estrellas: dispone de un tiempo extra al final del día para acabar sus tareas.
✓ Con 15 estrellas: consigue un premio material (como un flourescente).
A mi me funcionaba ir escribiendo los nombres de los chicos que cumplían las normas en la pizarra, sin necesidad de parar la clase cada vez que reforzaba (previamente lo había explicado) y dedicaba cinco minutos al final de la clase para un elogio público y escribirlo en sus agendas y en mi cuaderno. Merece la pena invertir tiempo en esto. Es mano de santo.

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Estructura, estructura, estructura: Planifica, por un lado, al inicio del curso, el trimestre, los contenidos que vamos a tratar cada semana, establece incluso el día del examen, eso aumenta la sensación de control y mejora su motivación. Yo suelo darles el planning trimestral en un folio, avisándoles, claro, que todo es orientativo y flexible.
Por otro lado, estructura cada sesión, podemos escribir en la pizarra las distintas fases dinámicas en las que consistirán nuestras clases:
1º Repaso de contenidos/corrección de deberes.
2º Explicación.
3º Actividad en grupos.
4º Vídeo.
Podemos acordar con ellos que guarden silencio en las fases 1, 2 y 4 para permitirles hablar en un tono moderado durante la actividad en grupo. No es lo mismo permanecer atento 20 minutos que 50.
Esto conlleva un tiempo para preparar la clase, pero es tiempo que inviertes en salud mental.

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Estimula su creatividad: El otro día escuchaba que los niños entran en educación infantil con la cabeza llena de unicornios y cohetes espaciales y salen sin ideas en ella…
Algunos trucos para mantener vivo al unicornio:

✓ Haz, al menos, una pregunta abierta en cada examen.

✓ Propón distintas actividades para trabajar el mismo contenido y que el alumno pueda elegir aquella más acorde a su forma de aprender.

✓Crea un rincón de la creatividad, Walt Disney ideó un rincón para soñar en su empresa, donde los trabajadores podían acudir a dar rienda suelta a su imaginación. Propongo extrapolarlo al aula, disponiendo de un espacio donde el alumno pueda plantearse cuestiones como las que propone “Manual para soñar” una maravilla que recomiendo.

  • ¿Cuál es tu sueño?
  • ¿Cómo podrías hacerlo realidad?
  • ¿Cómo eres?

¡La imaginación es el límite!

Utiliza las técnicas del aprendizaje cooperativo: Está demostrado que cuando trabajamos por una meta común aprendemos mejor. Algunas de ellas:
Grupos de investigación: divide la clase en grupos y dedica unas cuantas sesiones para que preparen un tema. Pueden traer material de casa, buscarlo en la red, podemos facilitarle libros… Después, cada grupo expone su trabajo valiéndose de un power point, vídeos, fotocopias, lo que cada uno considere, premiando la creatividad y el entusiasmo. Como los criterios para evaluar la exposición estarán previamente acordados, los propios compañeros pueden ayudarnos a valorar el trabajo (es una forma de que presten atención).

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Tutoría entre iguales: se puede llevar fácilmente a la práctica de la manera más sencilla, los alumnos que van terminando sus ejercicios ayudan a aquellos que han encontrado alguna dificultad.

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★¡Motívate tú! Sé que decir las mismas cosas veinte veces y que parezca que no cala desanima, pero trata de recordar cómo eras tú a su edad. Conecta con tu niño interior, con ese adolescente que eras y ahora responde a esto:

¿te parecía el mito de la caverna de Platón más interesante que la nota que te enviaba tu compañera de pupitre?

Claro que queremos que escuchen pero, si en algún momento no lo hacen, no es nada personal, son hormonas con patas y créeme, lo que les dices, al final les cala.
A veces me sorprendo diciendo las mismas cosas que oí a mis profesores, y yo tampoco parecía muy atenta… Así que, siembra la semilla, puede que el fruto no germine en todos los niños, pero sólo con que uno de esos árboles crezca, habrá merecido la pena.

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Un forma de motivarte es formarte en metodologías innovadoras como las comunidades de aprendizaje, las intervenciones asistidas con perros,(si quieres saber algo más pincha sobre cada una de ellas), ¡de todas os iré hablando! Alguien debería recordarle a nuestros legisladores la importancia de la formación de calidad.

Y es que ya lo decía Henry Ford, que sólo hay algo peor que formar a tus empleados y que se vayan: no formarlos y que se queden.

¡Buena suerte compañeros!

La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”.

Nelson Mandela

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