Con las personas a veces pasa lo mismo que con las películas, tenemos que verlas en diferentes momentos de la vida para captarlas en toda su intensidad, percatándonos de detalles del diálogo o la fotografía que nos pasaron desapercibidos la vez anterior, inspirándonos cosas distintas.
Y algo así me pasó con el remake de “El Rey León”. Cuando la comentaba con mis cachorros de 2 y 4 años, tratando de bajarla a su nivel de entendimiento y muerta de curiosidad por saber qué cosas habían captado ellos, les explicaba (o lo intentaba) que solo cuando Simba descubre quién es y qué ha venido a hacer al mundo, puede sacar toda la fuerza y valentía que necesita para rugir y vencer los obstáculos y el mayor de ellos, el miedo.
Con mayor o menor acierto, traté de transmitirles la importancia de descubrir nuestra misión, de saber quiénes somos y para qué estamos aquí. Y haciéndolo me vino a la cabeza este artículo sobre el propósito vital, que lleva muchos meses en la recámara en forma de borrador.
Algunos autores (Ken Robinson) llaman a vivir alineados con nuestra misión de vida estar en tu elemento, los japoneses se refieren a ese estado como ikigai. Nuestra RAE se refiere al propósito como el ánimo o intención de hacer algo, un objetivo que se pretende conseguir.
El propósito vital es, en definitiva, esa meta que te mantiene vivo.
Tu razón de ser.
Para Seligman, una existencia con sentido es el camino directo hacia la felicidad distinguiendo entre:
1. La vida placentera ☛ consiste en centrarnos en el placer hedónico de saborear las cosas buenas de la vida: un buen vino, un masaje, una puesta de sol, una canción, estirarse en las sábanas que huelen a limpio en la siesta… ese tipo de cosas.
2. La vida comprometida ☛ cuando la rutina diaria nos permite poner nuestras fortalezas personales en práctica, por ejemplo, si me encanta dibujar y me gano la vida con ello.
3. La vida con significado y trascendencia ☛ cuando pongo esas fortalezas al servicio de los demás, persiguiendo objetivos que trascienden lo meramente individual.
Cuando amas lo que haces y haces lo que amas, estás en tu elemento. Y lo sabes porque:
✹ Te cambia la percepción del tiempo: las horas pasan como minutos, a veces se te olvida hasta comer…
✹ Recibes energía de ello, aunque te falle la energía física, aunque estés cansado, te sientes bien, no te agotas, te sientes vitalizada cuando lo realizas.
✹ Se te da bien (tienes aptitudes para ello) y, además, te encanta hacerlo (es tu vocación).
✹ Te reporta felicidad, y esto no significa que no te cueste a veces, pero sientes que “naciste para ello” y eso te motiva a seguir haciéndolo.
¿Cómo podemos ayudar a los niños y jóvenes a encontrar su camino?
Siempre he pensado que no hay alumnos perezosos sino alumnos con objetivos que no les inspiran. Durante años Abel había pasado por ser un vago, con poca o ninguna gana de trabajar. Un día le observé durante la clase de educación física y me dí cuenta de sus grandes aptitudes como atleta, esa energía, esa vitalidad y alegría con la que hacía los ejercicios, animando a sus compañeros a hacerlo mejor, inspirándolos. Y tuve una charla con él de la que salió entusiasmado con la idea de ser entrenador personal, algo que nunca había pensado y que ni siquiera relacionaba con estudiar. Y su actitud en clase cambió. Todo cambia cuando nos sentimos motivados.
Estas son las 3 consignas que les doy a mis chavales cuando se trata de descubrir cual es su pasión, si les sirven a ellos seguro que también a nosotros:
⇝ Presta atención a tus aficiones e intereses. Ya no les pregunto qué quieren ser de mayor, sino qué hacen en su tiempo libre, qué es lo que más les gusta hacer. La mayoría me contesta que mirar el móvil o la tablet (tristemente cierto) pero yo insisto. “Vale, pero, ¿qué sueles hacer con el móvil? no es lo mismo que pases horas escuchando música, que creando video-montajes que buscando el mejor outfit para el fin de semana. Te costará creerlo pero hay personas, como yo, que no tienen ni idea de tendencias y pagarían a alguien para que les solucionara el armario, quizá podrías ser una gran estilista”.
Ahonda en lo que te encanta hacer, a lo mejor eres una gran anfitriona o la que siempre se encarga de comprar el regalo, personalizado y currado, quizá te apasiona leer y cuando empiezas una novela no puedes evitar pensar en alguien a quién se la recomendarías, o disfrutas viajando y transmitiendo tu amor por esos lugares a otros… De todo eso se puede hacer una profesión (si no me crees pincha aquí y aquí y aquí para verlo). El único requisito es ponerle mucha pasión y echarle muchas horas y, claro, para eso te tiene que encantar.
⇝ Intenta primero lo que te gusta, confía en ti. Y para plasmar este punto suelo recurrir a dos anécdotas personales que cambiaron mi vida.
ANÉCDOTA 1: Recuerdo, como si fuera ayer, aquella tarde calurosa de junio, con el sobre de la matrícula para inscribirme en la universidad en blanco, sin la más remota idea de qué poner en 1º lugar… Y cómo, providencialmente, el teléfono azul de góndola de mi cuarto sonó para cambiarme la vida. Era una de mis mejores amigas (lo sigue siendo).
ANÉCDOTA 1: Recuerdo, como si fuera ayer, aquella tarde calurosa de junio, con el sobre de la matrícula para inscribirme en la universidad en blanco, sin la más remota idea de qué poner en 1º lugar… Y cómo, providencialmente, el teléfono azul de góndola de mi cuarto sonó para cambiarme la vida. Era una de mis mejores amigas (lo sigue siendo).
—¿No has pensado nunca en estudiar psicología? Se te da genial ponerte en el lugar de otros, escuchar…
Entonces algo me hizo click por dentro y recordé que “psicóloga” era lo que siempre contestaba cuando me preguntaban que quería ser de mayor y cómo un familiar, formado e influyente para mí, un día me dijo “eso no tiene ninguna salida, hay demasiados psicólogos en el mundo”. Y cómo lo desterré de mi cabeza hasta esa llamada (gracias Marta).
Curiosamente, el día de mi graduación, el padrino de ceremonias pronunció estas palabras: «No existen carreras con salidas, existen personas con salidas».
ANÉCDOTA 2: Al terminar la carrera, mi preocupación principal era encontrar trabajo y rapidito, para empezar a devolver a mis padres todo lo que habían hecho por mí. La rama de mejor proyección en ese momento eran los recursos humanos, pero a mi me interesaba más lo asistencial. Mi camino se bifurcaba entre empezar a ganar dinero en una empresa o especializarme en clínica, invirtiendo en un Máster. Y alguien en ese momento me guió a apostar por mi, por aquello que me gustaba de verdad. «Puede que tardes más, pero serás más feliz». Y no se equivocaba. Mi madre me dio también su apoyo. Qué importante es rodearte de aquellos que te dan alas para volar.
⇝ Carta a tu YO del futuro: ¿Cómo imaginas tu vida en 15 años? ¿Cómo te gustaría que fuese? Escríbela con todo tipo de detalles. No tenemos ni idea de cómo será el mundo en 15 años, que lo que ahora es una profesión de gran proyección mañana puede acabar realizándola un robot, por tanto, haz lo que te gusta, eso está claro. Pero está demostrado que trazar objetivos a medio y largo plazo nos motiva para la acción. En 1953, se les preguntó a los alumnos de una promoción de la Universidad de Yale si se habían propuesto objetivos definidos y si habían trazado un plan para alcanzarlos. Veinte años después, el 3% de personas que habían afirmado que SÍ, tenían una calidad de vida superior al resto.
Este ejercicio también les permite reflexionar sobre su propia versión de la felicidad.
Pregúntate ¿qué es el éxito para mi?
Hay personas que te elevan, te vitalizan… te hacen sentir en ese lugar donde siempre quieres volver, como en casa. Hay personas que, como el buen amor, te inspiran a convertirte en una mejor versión de ti.
Los educadores debemos ser ese referente para los jóvenes, alguien donde puedan mirarse, sentirse nutridos, hacer palanca para poder impulsarse, confiar y permitirse errar…
El docente que inspira ha recorrido su propio camino antes, se ha caído y levantado varias veces. Ha aprendido a cantar bajo la tormenta. Pero esto da para otra entrada, y de las largas, hasta entonces, disfrutemos de la lluvia.
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