Te dirán…
que lo llevas muy abrigado…
que así va a pasar frío…
que salgas más, que qué haces ahí encerrada todo el día…
que no lo saques tanto, que se va a resfriar…
que le das demasiadas tomas…
que nena este crío tiene hambre, que le des ya un biberón…
que lo vas a malacostumbrar de tenerlo tanto en brazos…
que lo cojas, que está llorando, malamadre…
que por qué no lo llevas conjuntado…
que no seas exagerada, que eso no es nada…
que por qué no le has llevado al pediatra ya…
Y te lo dirán con sus mejores intenciones pero confía en tu poderosa intución, tienes, además de una explosión hormonal impredecible, una conexión única con tu bebé, al que has llevado dentro durante 9 meses. Escucha los consejos, pero déjate llevar por tu instinto y haz las cosas como te nazca hacerlas. Hagas lo que hagas lo harás bien y, si no, te servirá para aprender.
Aún recuerdo la primera cita con la matrona después de tener a mi hijo. Entré en la consulta, con mi radiante sonrisa (y mis ojeras). Con mi cachorro dormido en su majestuoso carruaje, recién amamantado. Había conseguido cuadrarlo todo y llegar puntual, duchada, peinada (o casi). Estaba acostumbrada a la eficiencia, a no depender de nadie, a ser autosuficiente, tal y como había visto hacer a mi madre…
Y sólo bastaron dos preguntas para derrumbarme.
— ¿Cómo estás?
— Genial, el bebé es nervioso, pero lo llevo bastante bien, extráñamente bien.
— Sí. A él lo veo muy bien, pero te preguntaba a tí, cómo estás TÚ. Te veo DEMASIADO bien y acabas de parir, ¿te estás cuidando?, ¿te están cuidando?
Y en ese momento, quizá como consecuencia del torrente de hormonas que llevaba en sangre, una semana sin dormir más de hora y media seguida y ser, por primera vez consciente, porque me lo permitían, de mi propia vulnerabilidad, las lágrimas empezaron a brotar y me dieron el mejor consejo que me han dado nunca.
Y es el que hoy quiero transmitirte.
— Disfruta tu puerperio. Sólo vas a vivirlo una vez en la vida, con suerte dos (o tres). Permítete sentir. Permítete dejarlo todo y pasarte todo el día en la cama colechando con tu bebé, si es eso lo que te apetece. Haz lo que te nazca. Si no lo haces ahora, ¿cuándo? Adaptarse a sus ritmos es muy duro. Descansa. Deja que te cuiden.
Y así lo hice.
Bienvenida a esta nueva y maravillosa aventura.
Vas a ser una madre mágica. Ya lo eres.
«Debemos saber que para sostener y acunar al niño, necesitamos que nos sostengan y nos cuiden. No importa si en otras circunstancias de nuestras vidas nos las arreglamos por nosotras mismas. No importa si somos independientes, maduras e intrépidas. Ningún parámetro anterior a la maternidad es comparable a ésta. Podemos ser gerentes de empresas multinacionales, ministras o regidoras de nuestra ciudad o, incluso, presidentas del gobierno. Nada es comparable al hecho de amamantar y cuidar a un recién nacido. Para cumplir con estas tareas necesitaremos apoyo, ayuda y una generosa compañía».
Fragmento de Mujeres visibles, madres invisibles, de Laura Gutman.
Si me necesitas silba. Estoy aquí, cuando y en la forma que prefieras.