Porque todo que aprendemos sobre el mundo de una forma lo suficientemente intensa como para marcarnos, va a influir en cómo me comporto y en cómo me relaciono, la mayoría de las veces, sin que me de cuenta. Y no todo nos ayuda. El trauma nos limita. Vivimos en piloto automático dejando que nuestras creencias, a veces aprendidas a través de malas experiencias que no tienen por qué repetirse, dicten nuestras vidas.