Si hay algo que he aprendido de esta situación de confinamiento es que la presencia me libera y lo otro me agota. Cuando “estoy en lo que estoy” disfruto más, me gusto más y supongo que, como consecuencia, soy mejor compañía.
Tratar de avanzar mis informes o atender una llamada, con mi hijo trayéndome su arsenal de peluches a la mesa y la mayor “haciendo” de todo menos las tareas al lado, me pone en un estado mental en el que suelo explotar no puedo gestionar con calma que el pequeño acabe pintando la pared porque no le presto atención. Ni puedo transmitirle a la mayor la tranquilidad y la motivación que necesita para concentrarse. Ni puedo hacer un informe o atender una llamada. O sí. Pero me sale peor.
Por eso, sea lo que sea que estés haciendo, te propongo que lo dejes un rato para estar aquí y ahora y centrar toda tu atención en leer este artículo y practicar los ejercicios que propongo.
Ojalá la vida funcionara así y pudiéramos dejar inmediatamente lo que estamos haciendo para atender otra cosa, ¿verdad? Pero el día a día a veces no nos da esa tregua. Sin embargo, siempre hay formas de ralentizar, de buscar presencia. Podemos, por ejemplo, permitirnos un momento para tirarnos en el suelo con el pequeño y sus diez peluches antes de que se desencadene la tragedia artística. Podemos priorizar tareas y postponer las que pueden esperar.
Podemos (y debemos) ESCUCHARNOS.
Esa falta de escucha, de no atender a nuestras necesidades y emociones, nos pone de mal humor, en un tiempo y un espacio que no es el presente, sino rumiando algo no gestionado y así, desconectados del momento, no podemos disfrutar de lo que nos rodea.
Estos días le daba la bienvenida a una realidad descafeinada, que no termina de convencerme, aceptando un plan que no me apetecía y que, además, podía esperar. Y me pasó algo así, que pasé el día revuelta sin saber muy bien por qué. Y allí, en mitad de un parque atestado de gente sin mascarilla, con un patinete colgado del bolso, el gel hidroalcohólico en una mano y los patines en la otra, el pequeño llorando porque quería subir a un columpio cerrado y porque no podía darle abrazos a su amiga, intentado mantener una conversación mínimamente coherente con una mamá a metro y medio, con mascarilla y los 32 grados murcianos de las 6 de la tarde, me di cuenta de que no estaba ahí.
Y no estaba ahí porque, en realidad, no quería estar. No así. Cuando me escuché y fui consciente de que podía aprovechar ese rato para hacer algo más enriquecedor para todos como irme al monte, a la huerta, al río o a cualquier sitio más tranquilo, y lo hice, todo cambió. Es cierto, que no siempre podemos elegir nuestras batallas diarias pero, aquellas que sí, de librarlas, que sea de forma consciente, porque queremos, no porque nos veamos abocados a ellas por falta de escucha. O por factores externos que nada tienen que ver con nosotros.
Pero, para poder escucharnos, hemos de PARARNOS. Dedicar unos momentos al día a prestarnos atención. Y una de las herramientas más potentes para empezar a hacerlo es el mindfulness. Y de eso va el artículo de hoy. Gracias a esta práctica vamos a poder observar nuestro diálogo interno (ese ruido mental del que normalmente no somos conscientes) y tomar distancia emocional de nuestros pensamientos.
El mindfulness consiste, simplemente, en llevar la atención al momento presente. Y esto, que parece tan sencillo, no lo es, por todas esas características de la mente de las que hemos hablado en otros artículos (le va fustigarnos, se cansa, es escurridiza, se quiere ir de paseo…) Pero si nos entrenamos en su práctica, vamos a conseguir que los pensamientos, que surgirán, porque es imposible que no surjan, no nos atrapen, limitando nuestra respuesta ante las demandas del ambiente.
A veces se confunde mindfulness con meditación, y es que las investigaciones científicas sobre mindfulness, que son relativamente recientes, beben de la práctica oriental de la meditación budista. Algunas de estas investigaciones nos ayudarán a entender por qué esta práctica cambia la forma de funcionar de nuestro cerebro haciéndonos más eficientes y llevándonos a una vida más plena.
¿Por qué empezar a meditar? Numerosas investigaciones avalan sus beneficios:
★ Porque reduce la ansiedad y el estrés, disminuye el dolor crónico y mejora el estado de ánimo. Kabat Zinn, autor que acuñó el término mindfulness para distinguirlo de la práctica tradicional de la meditación, de donde parte, en realidad, evidenció que la percepción del dolor cambiaba en sus pacientes disminuyendo la rumiación mental sobre estos procesos.
★ Porque contrarresta la activación del sistema nervioso simpático, afectando a los procesos de aprendizaje y memoria. A estas conclusiones llegó de manera fortuita el Dr. Herbert Benson. Cardiólogo y fundador del Instituto Mente-Cuerpo buscando formas de disminuir la tensión arterial de sus pacientes. Descubrió entonces que la meditación actúa sobre algunas estructuras del hipotálamo haciéndonos menos reactivos a situaciones de estrés. Como hallazgo fortuito, descubrió también, que los hipocampos (los centros de memoria y aprendizaje del cerebro) de las personas que empezaron a practicar la meditación de forma regular, aumentaron en volumen.
★ Porque el mindfulness interfiere en el circuito que nos pone en “piloto automático», llevándonos a un “estado de presencia”. El área de nuestro cerebro que se activa cuando nuestra mente divaga, desconectándonos de la realidad, también nos permite hacer tareas rutinarias, como conducir al trabajo, sin prestarles mucha atención. Este estado de ensimismamiento en ocasiones puede ser relajante y hasta beneficioso, el problema viene cuando vivimos en “modo piloto automático” casi todo el día y nos evadimos de la realidad para prestarle atención a los problemas que no nos ocupan en ese momento, impidiendo a nuestra mente descansar y estando en un constante parloteo interno, que acaba desgastándonos y consumiendo recursos. La meditación desactiva el modo piloto automático ayudándonos a estar más conectados con el momento presente.
★ Porque la práctica de mindfulness integra el funcionamiento de ambos hemisferios. Lo ideal, como en toda relación bien avenida, es que ambos integrantes cerebrales se lleven bien, se comuniquen y se complementen. Lo que sucede es que, como sucede también en las parejas mejor avenidas, el estrés bloquea la comunicación entre los dos hemisferios, el que es más analítico, cuando está estresado, se vuelve más cuadriculado y el que es más emotivo o imaginativo en condiciones de estrés se vuelve mucho más volátil. Lo que la ciencia ha evidenciado es que la meditación favorece esa comunicación entre ambos hemisferios, repercutiendo directamente en los procesos creativos.
Y si la práctica de la meditación tiene unos efectos tan evidentes sobre los procesos relacionados con el aprendizaje, implementarlos como práctica habitual en la escuela podría mejorar el rendimiento y el bienestar de los niños y niñas. Pero, para poder hacerlo, es fundamental que estemos convencidos de que funciona y, para eso, hay que experimentarlo.
Para ello vamos a tener que lidiar con todo tipo de excusas de nuestra mente. La principal: la falta de tiempo. Esto pasa porque solemos interpretar PARAR con “perder el tiempo”, sin entender que necesitamos de esos paréntesis en nuestra rutina, de esos “momentos de vacío” para poder integrar lo aprendido y lo experimentado. Tenemos que vaciar el recipiente para que pueda llenarse con nuevos aprendizajes y experiencias.
¿Cómo empiezo a meditar? Para mí, estas son las claves fundamentales:
- LA SENCILLEZ: Lo recuerdo siempre que puedo, diez minutos diarios de respiración consciente, tratando de dejar todo lo demás fuera, son suficientes para notar cambios en nuestra forma de ver el mundo. No hace falta ser un experto budista para meditar, ni complicarlo demasiado. De hecho, cuanto más sencillo, más probabilidades hay de incorporarlo a tu rutina. Si cada vez que nos tenemos que poner a meditar hemos de organizar una logística complicada al final no lo vamos a hacer a diario, que es lo que funciona.
- CONECTA CON TU CUERPO: Sentarnos a meditar sin conectar con nuestro cuerpo antes es como intentar domar un
caballosalvajedragón subiéndote encima sin más, sin montura, sin haber establecido un contacto previo, sin haberlo desfogado un poco. De hacerlo así, nuestra mente se va a revelar y va a costar más. De ahí la importancia de una fase previa de relajación y «escáner» corporal para detectar tensiones o quejas de nuestro cuerpo para que le escuchemos. - CÉNTRATE EN LA RESPIRACIÓN: Para aquietar nuestro estado mental, primero, simplemente observa la respiración. Puedes empezar prestando atención a notar cómo entra y sale el aire sin intervenir para, después, realizar dos o tres ejercicios de control respiratorio que facilitarán la concentración (inhala en 3, retén otros 3, exhala en 6 aumentando progresivamente los tiempos).
- OBSERVA TU MENTE. Y todo lo que pasa por ella. Meditar no es parar el pensamiento, es aquietarlo, no enredarte en él. Es soltar, es aceptar que hay cosas que escapan de tu control. Es observarlas con la actitud de un testigo pasivo, y déjalas marchar. Para ello, puedes visualizar que los pensamientos son como troncos que se lleva la corriente en un río.
Al principio pueden serte útiles audios como este, que grabé al inicio de confinamiento pero, conforme vayas ganando en confianza y práctica, te resultará cada vez más fácil ese encuentro contigo sin ayudas externas.
Por último, hoy os propongo algo muy sencillo que llamo el ejercicio del punto. Es la versión simplificada de una técnica que aprendí de mi profesora de yoga y que llevé a las aulas, comprobando sus beneficios tanto con alumnos como con compañeros. Es especialmente sencillo para practicar en clase. Si bien es cierto que el cachondeo revuelo inicial es inevitable, el estado mental al que induce es óptimo para aprender y generar un buen clima y bien merece esos primeros momentos de dispersión. Pero, para poder «venderlo» bien, hay que creérselo, si no, no podemos transmitirlo igual. Para eso, hay que experimentarlo: sentarse y escucharse. Y al principio cuesta, aviso.
Después de estar contigo un rato te será más sencillo contestar estas preguntas que te animo a escribir en tu cuaderno: ¿cuáles son mis necesidades?, ¿qué es para mí la felicidad?, ¿qué cosas (aficiones, hobbies, personas, costumbres…) me conectan con esa felicidad que es tan mía? Y date un poco de eso a diario, si es posible.
Si hay algo que hemos aprendido de la situación de estos últimos meses es la importancia de mirar hacia dentro y ralentizar. No podemos conectar de forma verdadera con el otro si no hay verdad y coherencia para con nosotros mismos. Y esto adquiere mayor valor cuando somos padres y/o docentes, pero es aplicable a cualquier relación, con nuestros amigos, padres, parejas…
Cuidemos nuestros adentros para poder transmitir y conectar con lo de fuera, con los demás. No podemos dar alas si nosotros no nos permitimos volar. Así que volemos, pero volemos con rumbo. Escuchando nuestra voz interior. Si no es ahora, ¿cuándo?
Hoy os dejo con la cita que cierra el diario de mi hija y que forma parte del primer libro que leí por mí misma. Si cierro los ojos recuerdo el instante que lo terminé, sentada en la playa una tarde de verano. En ese momento no entendía muy bien qué significaba eso de escuchar tu corazón. Hoy sé que se aprende. Y también que se enseña.
Y luego, cuando ante ti se abran muchos caminos y no sepas cuál recorrer, no te metas en uno cualquiera al azar: siéntate y aguarda. Respira con la confiada profundidad que respiraste el día que viniste al mundo, sin permitir que nada te distraiga: aguarda y aguarda más aún. Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón.
Y cuando te hable, levántate y ve donde él te lleve.
«Donde el corazón te lleve». Susana Tamaro.
Me has emocionado, Inmica del alma. Gracias por compartir Tu sabiduría.
Qué buena enseñanza, para todos a los que nos han criado con esa fracesita » parar es perder el tiempo» » hay que producir».
Y cómo dices muy sabiamente apostemos por «ESOS MOMENTOS DE VACÍO, PARA PODER INTEGRAR LO APRENDIDO Y EXPERIMENTADO…….
Gracias😌😌😌
Preciosa amiga, tenemos las respuestas dentro de nosotros, solo tenemos que parar para escucharnos…
Te abrazo.
Gracias, Inma por compartir parte de ti. Qué bien me ha venido lo que escribes!!!!!
Gracias a ti preciosa!
Mejor explicado imposible, fácil entendimiento y muy
natural lo comentado, gracias po la información webmaster