Tenemos todas las respuestas dentro. Y la calma, la seguridad, la compasión, la capacidad de discernir… Lo que no tenemos a veces es el tiempo y el ánimo para conectarnos con nosotros. Porque, además de esas respuestas y el resto de cosas buenas, dentro también hay heridas que duelen, experiencias vividas, decisiones que cuestan. Y para llegar a ese manantial no queda más remedio que atravesarlas.
Entonces, a veces, preferimos no tocar. Y dejar que la inercia o los demás tomen el rumbo de nuestra vida. Y es algo lícito, pero has de saber que es solo una opción. La alternativa es pararte en mitad del camino y preguntarte dónde quieres ir, cómo y con quién. Hacer esto, por supuesto, no es un seguro de viaje, pero, si nos sorprende una tormenta, nos mojaremos sabiendo que es algo que hemos elegido. O quizá buscaremos un refugio donde guarecernos y hasta disfrutaremos el momento. Porque la aceptación y la espera se hacen más llevaderas cuando son elegidas.
La recompensa tras ese reencuentro es una vida más plena y consciente. Una menor dependencia de lo externo. Y eso, cuando lo de fuera se tambalea, es una suerte y está al alcance de todos.
No sé en qué momento nos perdimos en el mapa de nuestra vida, pero cualquier oportunidad es buena para encontrar el camino de vuelta a nuestra esencia. Estos meses de aislamiento nos han permitido, en muchos casos, ese reencuentro con nosotros y nuestros hogares. En otros, ha sido todo lo contrario, el efecto confinamiento ha servido para evidenciar un cierto vacío entre esas cuatro paredes. Para darnos cuenta de que hay una casa pero no un vínculo verdadero de apoyo e intimidad entre sus ocupantes. Que no hay hogar, sino un lugar del que quieres huir.
En realidad, no estamos desconectados de nuestra casa, estamos desconectados de nosotros mismos y es de nosotros de quién tratamos de evadirnos. No sabemos qué nos mueve, qué nos hace felices, cuáles son nuestras prioridades y necesidades, los valores que deben regir cada una de nuestras decisiones, cual es nuestro proyecto de vida… Y así, el espacio vital solo nos está devolviendo un reflejo de nuestro interior. Cuando conectas contigo y te haces las preguntas adecuadas llegan las respuestas de muy diversas formas. Y tu casa y tu cuerpo se convierten en fortaleza y lugar de culto, donde reina la alegría. Esa que también puede ser silenciosa.
Antes de ser madre el sofá al llegar a casa era una prolongación de mi ser, podía dormir en él, leer en él, cenar en él, trabajar o hacer cualquier cosa con un té y una manta. Podía también dejar de hacer. Pero, en algún momento después de la maternidad, mi mueble favorito y yo nos distanciamos. Este último año ha supuesto nuestra reconciliación definitiva. He vuelto a acurrucarme. Y es que sólo habita con intensidad quién sabe acurrucarse, que dijo Gaston Bachelard.
Habitarnos y convertir nuestra casa y nuestro cuerpo en nuestra fortaleza es solo una cuestión de proponérselo. Podemos dormir y comer en una casa y no sentirla nuestro hogar. Podemos coexistir con un cuerpo y estar totalmente desconectados de él.
Estas últimas semanas he estado inmersa en decisiones importantes. En mi intento de tomar la mejor opción consulté con amigos y familiares y cado una me daba una respuesta distinta. Así que miré hacia dentro y me hice a mí misma las preguntas que había formulado a los demás. Y las respuestas empezaron a llegar. Cuando conectamos con nosotros no es necesario buscar fuera. Los demás pueden darnos consejos pero no han recorrido nuestro camino, no llevan nuestros zapatos. ¿Es posible que nos equivoquemos? Por supuesto que sí, pero si las decisiones que tomamos están alineadas con aquello que nos importa, si son genuinas y vienen de dentro, los tropiezos se convierten en parte de un aprendizaje que no hará más que darle mayor profundidad y bagaje a nuestra existencia.
Y los errores, que tenían que ser cometidos por alguna razón que, ahora mismo, no entendemos, transcurrido el tiempo, encajarán como las piezas de un puzle.
Y ¿por qué es importante crear ese hábito de escucha interna en los niños? Porque, en un mundo cada vez más hiperconectado, hay una tendencia que se ha vuelto casi obsesiva, a buscar la fuente de nuestra satisfacción fuera de nosotros. Recordar a los niños, cuando se aburren, cuando sienten frustración, rechazo o miedo que siempre pueden recurrir a ese espacio íntimo de seguridad, es un escudo anti-adicciones. Para Einstein la mente intuitiva era un regalo sagrado y la racional su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo. Los niños ya vienen conectados de serie, sólo hemos de ayudarles a mantener esa conexión con su ser interior. Ese diálogo interno.
VAMOS CON LA PRÁCTICA
La grabación de hoy empezó siendo una especie de juego para relajar a mis hijos antes de dormir. Mi sorpresa vino cuando una noche mi hija mayor me dijo «Mamá, ¿vamos a ir a la habitación de la calma?». Y allá que nos fuimos. Desde entonces la practicamos casi siempre antes de dormir y funciona tan bien, que he decidido grabarla. A través de una pequeña relajación guiada les hago entrar en un espacio seguro, donde nada ni nadie puede molestarles. Lo que hoy os propongo es trabajar sobre ese audio para ese reencuentro con nosotros mismos.
1. Busca un lugar tranquilo, en silencio, sin interrupciones. Sólo necesitas 5 o 10 minutos por la mañana o por la noche, o las dos, en casa, antes de que se levanten los demás o cuando se acuesten. Pero incluso en el coche después de trabajar, antes de arrancar, si tienes niños muy pequeños y es el único momento que tienes para ti al día (yo lo he hecho).
2. Con respecto a la postura, podemos empezar acostados para hacer la relajación corporal y luego practicar la meditación sentados, pero es importante que la espalda esté recta. Esta posición sentada nos va a ayudar a no dormirnos, aunque este ejercicio, en concreto, lo he grabado sin música ni instrucciones finales para poder practicarla antes de dormir, quedarnos tumbados y no preocuparnos si llega el sueño.
3. Conecta con las sensaciones corporales. Haciendo la relajación, mi hija me preguntó una vez por el significado de conectar. Yo le dije algo así como «prestarle atención a algo, darte cuenta de que ese algo está ahí», pero su pregunta se quedó en algún lugar de mi cabeza y esta semana, para escribir esto, la busqué. Conectar es «unir o poner en contacto dos o más cosas para que entre ellas se establezca una relación o una comunicación«. Y también «establecer una comunicación a distancia con una persona, o con el lugar donde esta se encuentra«. De modo que, conectar con nuestro cuerpo es comunicarnos con él, escucharlo. La emoción se instala normalmente, en forma de tensiones. Así que, localízalas. Es importante saber qué me está diciendo mi cuerpo. Él no nos engaña, es posible que la mente sí pero el cuerpo es honestidad. No niegues la sensación, solamente sé consciente de que está ahí, y una vez que la sintamos podremos empezar a liberarla. Entre otras formas, a través de la respiración.
4. El silencio final es el verdadero encuentro, todo lo que hemos hecho antes es una preparación para llegar a él, y es lo que más cuesta. Porque se trata de estar ahí, en silencio, cara a cara conmigo. Puede alargarse todo el tiempo que cada uno necesite. En ese espacio de silencio final podemos trabajar cualquier cosa:
★ Podemos hacernos esa pregunta para que la necesitamos respuesta. Y la respuesta puede venir en ese momento o en cualquier otro.
★ Podemos repetir una afirmación positiva previamente pensada sobre algo que queramos trabajar, como la voluntad o la confianza.
★ Podemos evocar situaciones que me transmitan agradecimiento o alegría y así cambiar un estado de ánimo.
★ Podemos, simplemente, acallar la mente y alargar todo lo posible ese momento final de silencio. Ese instante en el que conectas con el espacio oscuro delante de tus ojos, esa pantalla mental. Los pensamientos van a venir, solo tenemos que observarlos, sin juicio, y dejarlos ir, no enredarme en ellos, ni castigarme por tenerlos. Así, poco a poco, vamos a ir reduciendo la rumiación, que es lo que nos desgasta. No siempre vamos a conseguir acallar totalmente la mente, pero veremos que, poco a poco y con la práctica, ya no me quedo atrapado en el ruido mental.
A medida que vayas cogiendo práctica, ya no necesitarás ningún audio, simplemente la alarma en el móvil para olvidarnos del reloj y meternos dentro de nosotros. Mientras eso llega, os dejo el ejercicio de «Tu refugio interior» (o «La casita interior» como lo llama mi hija). La música que la acompaña se llama, precisamente, Reencuentro y es de un autor murciano y docente, José Luis Salas (muchas gracias):
Cuando hablamos de hogar normalmente nos viene a la cabeza una casa, al ser el espacio donde compartimos más tiempo con las personas que nos importan. Pero ese vínculo de apoyo emocional e intimidad entre personas puede girar en torno a una vivienda o a otra cosa, por ejemplo, una escuela.
Hoy me despido con una entrevista a Claudio Naranjo publicada hace varios años, que ha llegado a mí por una de esas causalidades, que nunca lo son. Para este autor, que ha inspirado el corazón de tantos docentes, el verdadero cambio en el mundo se haría real a través de la educación consciente. Para él, otra manera de ver, sentir y ser era posible y necesaria.
La conexión con nosotros aquieta nuestra mente cuando cree saber lo que más nos conviene. Quizá la vida tenga otros planes, solo tenemos que conectar con nuestra esencia, descubrir quiénes somos y qué queremos.
Y dejarnos llevar.
Feliz reencuentro.
Que paz inspiras con tus palabras…
Cuesta mucho cambiar ciertas cosas…pero merece la pena intentarlo, encontrar repuestas y encontrar la calma. Y es verdad, eso es lo que nos hace felices 😌☺️
Mw encantan tus reflexiones. Mil gracias por compartir y ayudar a otros a través de tu espacio
Gracias Sonia por leerme y por bucear en ti a través de mis reflexiones🥰
Marta, a mí lo que me hace feliz es tener cerca personas tan bonitas como tú. Gracias.
Muchas gracias. Un gusto leerte. De los cosas que me ha traído este confinamiento.
Sigo tus escritos, y cuando lo leo…como este ahora mismo, me acompañan y calman. Me siento muy en sintonía con lo que vas escribiendo. Es como ponerle palabras, a lo que voy transitando. Y me hace sentir acompañada, sin conocerte, personalmente.
Muchas gracias.
Yo creo que todos bebemos de la misma fuente, aunque según nuestras experiencias y bagajes llegamos en distintos momentos, por eso te resuena, porque lo llevas dentro y quiere emanar💫
Un abrazo.
Gracias🌸
Qué importante pararse a hablar con uno mismo, con su yo superior..con todos sus yos! LOVE u mu friend 😉
Y contigo🦋
La magia de la vida ha hecho que hoy me encuentre contigo …con vosotr@s….con mi niña interior que a veces se esconde porque tiene miedo…
Vuelvo a recuperar mis alas , levanto el vuelo..
Banadatian , desde aquí arriba , veo cómo » El desierto florece » y es azul añil …como tu cielo.
Papú
Qué bonito, el añil siempre fue mi color. Me alegro muchísimo🌼
Segunda vez que leo este artículo, he hecho la meditación y mañana que empiezo a trabajar «presencial» echaré de menos muchas cosas, momentos y emociones vividas en casa, rodeada de mi familia…a veces conectaba con la intimidad, otras con el vacío, otras con la Soledad y otras muchas con mi presencia aceptadora de todo ello y mi calma y mi sobrecarga, ha habido de todo, hemos vivido muchas cosas, pero siempre con una idea clara…quería estar ahí y quiero seguir estando ahí…acompañarles en el vacío que no han sabido/podido llenar el sistema educativo, seguir creciendonos mi marido y yo, seguir juntos en este camino, aunque las dificultades sean todas las del mundo y el viento a veces no sople en la dirección que deseamos…toda esta maleta de conexiones, presencia y aprendizajes me la llevo mañana al trabajo, a entre otras cosas empezar mi jornada luchando por un derecho que se nos ha ofrecido y que sin embargo no quieren que nos acojamos…el teletrabajo para seguir «conciliando» sabiendo que no es lo que debiera ser y sin embargo lo quiero para mi, para poder seguir acompañando (me) acompañándonos, ahora que más nos necesitan…y que mi casa (qué agradecidas son las casas) de la que siempre he tenido una queja o dos…se ha convertido en mi refugio, en mi seguridad y en mi (a veces, no siempre se consigue) espacio de crecimiento y calma. Desde mi casa te descubrí Inma en el confinamiento y desde mi casa espero seguir leyéndote. Deseame suerte en mi primer día que me separo de ellos. Gracias por este acompañamiento desde la distancia y como se decía más arriba…sin conocernos. Buenas noches.
Me he emocionado leyéndote. Aquí, mientras trato de «conciliar» mi telereunión, sus teleberes y la telepeli de dinosaurios que le acabo de poner al pequeño para poder cuadrarlo todo. Te leo y me siento afortunada y te mando todo el cariño del mundo en ese primer día. Ojalá esto haga cambiar muchas cosas, yo trataré de poner mi granito de arena desde este foro.
Un abrazo.