La música, como el fuego, es expansión, conexión, entusiasmo… Y alegría. Esa emoción que nos predispone a dar y a recibir. Hay un poder en la música y el movimiento que nos une y anima a compartir y es lo que pasa entre las personas cuando escuchan un ritmo armónico: se motivan. Aprovechemos ese poder unificador también en el aula.